jueves, 24 de diciembre de 2009

Mi poder triunfa en la debilidad (2Cor 12,9)

La Navidad es la manifestación del Amor de Dios que se inclina misericordiosamente para asumir la absoluta indigencia y debilidad de su pueblo.
En esa debilidad, y haciéndose débil, la Gracia del Señor triunfa por sobre toda resistencia humana.
Por eso alabamos al Padre Celestial, por enviarnos a su Hijo nuestro Salvador, que haciéndose débil en la fragilidad humana, nos ha abierto el Camino de la Vida, de la Verdad, de la Paz en el Espíritu.

Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su Pueblo,
y nos ha dado un poderoso Salvador
en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo antes
por boca de sus santos profetas,
para salvarnos de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian.

Así tuvo misericordia de nuestros padres
y se acordó de su Santa Alianza,
del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que,
libres de temor,
arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada,
durante toda nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor preparando sus caminos,
para hacer conocer a su Pueblo la salvación
mediante el perdón de los pecados;

Gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios,
que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente,
para iluminar a los que están en las tinieblas
y en la sombra de la muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
(Lc 1,68-79)