El obispo emérito de Iguazú, monseñor Joaquín Piña Batllevell SJ, falleció esta tarde luego de padecer un ataque cardíaco y no resistir la intervención quirúrgica que se le practicó para salvar su vida, informaron sacerdotes allegados al jesuita español.
El prelado fue trasladado de urgencia ayer domingo desde Posadas al Hospital Austral, en la localidad bonaerense de Pilar, aunque con un viaje intermedio a Puerto Iguazú, que agravó su delicado estado. Este fin de semana, un médico amigo lo había visitado y había recomendado su traslado a causa de una obstrucción arterial límite en sus pies.
En la madrugada del lunes 8, el prelado jesuita había tenido un paro cardíaco y debió ser reanimado por el equipo médico. Al mediodía, le realizaron un cateterismo de suma urgencia que su corazón no resistió.
El prelado, de 83 años, sufría de graves complicaciones circulatorias en las arterias coronarias y en miembros inferiores, por lo que le practicarían una intervención, con posibilidad de amputarle algunos dedos de sus pies. Al conocer el grave estado de salud, el padre Jorge Raúl Chichizola SJ, superior de la comunidad jesuita y párroco de Nuestra Señora de Itatí, en Posadas, decidió su traslado.
A pesar de la gravedad, no consiguieron pasaje para volar de Posadas a Buenos Aires y debieron trasladarse en automóvil a Puerto Iguazú, afrontando la tormenta que azotó la región. Según informaron, el viaje agravó su delicado estado.
Desde el obispado indicaron a AICA que el sepelio se realizará este martes 9 de julio, desde las 18, en la iglesia catedral de la Virgen del Carmen, en Puerto Iguazú.
Parte del Hospital Austral
"Lamentamos comunicar el fallecimiento, a sus 83 años, del obispo emérito de Puerto Iguazú, Misiones, monseñor Joaquín Piña", confirmó el Hospital Austral en un parte médico firmado por el doctor Horacio Fernández, jefe de Unidad Coronaria.
"El padre Piña llegó al Hospital Austral con problemas cardíacos y vasculares de larga data que se habían hecho muy sintomáticos últimamente. Ingresó cursando un infarto de miocardio y un problema en su válvula aórtica. Pese a los intentos médicos falleció en nuestro centro hoy a las 13:20", agregó en la comunicación.
Breve semblanza del obispo.
Joaquín Piña Batllevell nació en Sabadell, Barcelona, España, el 25 de mayo de 1930; se licenció en Filosofía por la Universidad de San Cugat, de Barcelona, y años más tarde obtuvo una en Teología por la Facultad del Colegio Máximo de San José, de la localidad bonaerense de San Miguel.
Fue ordenado sacerdote el 10 de diciembre de 1961 en la Compañía de Jesús, en Asunción, Paraguay, y elegido primer obispo de Puerto Iguazú el 17 de junio de 1986, por Juan Pablo II. Monseñor Piña recibió el orden episcopal el 16 de agosto de 1986, en Puerto Iguazú, de manos de monseñor Jorge Kémerer SVD, obispo emérito de Posadas. Coconsagraron ese día monseñor Carmelo Juan Giaquinta, obispo de Posadas, monseñor Celso Yegros Estigarribia, obispo de Carapeguá, Paraguay. Su lema episcopal fue “Para servir”. Renunció por razones de edad, según establece la Iglesia, el 3 de octubre de 2006.+
Para ver el video: http://www.youtube.com/watch?v=M6Q0915hnz8
Sobre el No a Garabí: http://www.youtube.com/watch?v=g3peLO_exok
Una entrevista con su historia y sus opciones: http://www.youtube.com/watch?v=NWRR2Bb-HTc
Monseñor Joaquín, ruega por nosotros, entra a participar en el gozo de tu Señor.
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INMIGRANTES FALLECIDOS
Texto completo de
la homilía del Santo Padre: en la
Isla de Lampedusa
frente al mar
mediterráneo – 8 de julio 2013
Inmigrantes muertos en el mar, desde esas barcas que en
lugar de ser una vía de esperanza han sido una vía de muerte. Así es el título
de los periódicos. Cuando hace algunas semanas he conocido esta noticia, que
lamentablemente tantas veces se ha repetido, mi pensamiento ha vuelto a esto
continuamente come una espina en el corazón que causa sufrimiento.
Y
entonces he sentido que debía venir aquí hoy a rezar , a realizar un
gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo
que ha sucedido no se repita, no se repita, por favor.
Pero antes,
quisiera decir una palabra de sincera gratitud y de aliciente a ustedes,
habitantes de Lampedusa y Linosa, a las asociaciones, a los voluntarios y a las
fuerzas de seguridad, que han mostrado y muestran atención a las personas en su
viaje hacia algo mejor. Ustedes son una pequeña realidad, ¡pero ofrecen un
ejemplo de solidaridad!
Gracias también al
Arzobispo Mons. Francesco Montenegro, por su ayuda, su trabajo y su cercanía pastoral.
Gracias también a la señora Giusy Nicolini, alcaldesa, por lo que hace.
Dirijo un
pensamiento a los queridos inmigrantes
musulmanes que están comenzando el ayuno de Ramadán, con el deseo de abundantes
frutos espirituales. La
Iglesia está cerca de ustedes en la búsqueda de una vida más
digna para ustedes y para sus familias. ¡A ustedes “O’ scia’!”
Esta mañana, a la
luz de la Palabra
de Dios que hemos escuchado, quisiera proponer algunas palabras que, sobre
todo, despierten la conciencia de todos, impulsen a reflexionar y a cambiar
concretamente ciertas actitudes.
“¿Adán, dónde estás?”: es la primera pregunta que
Dios dirige al hombre después del pecado. “¿Dónde estás?”. Es un hombre
desorientado que ha perdido su lugar en la
creación porque cree que puede volverse potente, que puede dominar todo, que
puede ser Dios. Y la armonía se rompe, el hombre se equivoca y esto se
repite también en la relación con el otro que ya no es el hermano al que hay
que amar, sino sencillamente el otro que disturba mi vida, mi bienestar. Y Dios
hace la segunda pregunta: “Caín, ¿dónde está tu
hermano?”. El sueño de ser poderoso, de ser grande como Dios, es más de
ser Dios, lleva a una cadena de equivocaciones que es cadena de muerte,
¡conduce a derramar la sangre del hermano!
¡Estas dos
preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda su fuerza! Muchos de nosotros,
también yo me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en
que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya
no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros. Y cuando esta
desorientación adquiere las dimensiones del mundo, se llega a las tragedias
como a la que hemos asistido.
“¿Dónde está tu
hermano?”, la voz de su sangre grita hasta mí, dice Dios. Esta no es una
pregunta dirigida a los demás, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno
de nosotros.
Esos hermanos y hermanas nuestros
trataban de salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad
y de paz; buscaban un lugar mejor para ellos y para sus familias, pero han
encontrado la muerte.
¡Cuántas veces
aquellos que buscan esto no encuentran comprensión, acogida, solidaridad!
¡Y
sus voces suben hasta Dios!
Y una vez más a
ustedes, habitantes de Lampedusa les agradezco su solidaridad.
He escuchado
recientemente a uno de estos hermanos. Antes de llegar aquí han pasado por las
manos de los traficantes. Esos que
explotan la pobreza de los demás. Esa gente que hace de la pobreza de los demás
su propia fuente de ganancia. ¡Cuánto han sufrido... y algunos no han logrado
llegar!
“¿Dónde
está tu hermano?”. ¿Quién es el responsable de esta sangre?
En la literatura
española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los habitantes de la
ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un tirano, y lo hacen de
modo que no se sepa quién ha realizado la ejecución. Y cuando el juez del rey
pregunta: “¿Quién ha asesinado al Gobernador?”, todos responden: “Fuente Ovejuna, Señor”. ¡Todos y nadie!
También hoy esta
pregunta surge con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos
hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no
tengo nada que ver, serán otros, ciertamente no yo. Pero Dios pregunta a cada
uno de nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu
hermano que grita hasta mí?”
Hoy nadie se siente
responsable de esto; hemos perdido el sentido de
la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del
sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen
Samaritano: miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá
pensamos “pobrecito”, y continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra; y
con esto nos tranquilizamos y nos sentimos bien. La
cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos vuelve
insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que
son bellas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que
lleva a la indiferencia hacia los demás, es más lleva a la globalización de la
indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización
de la indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos
concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro!
Vuelve la figura
del Innominado de Manzoni. La globalización de la indiferencia nos hace a todos
“innominados”, responsables sin nombre y sin rostro.
“¿Adán dónde
estás?”, “¿dónde está tu hermano?”, son las dos preguntas que Dios hace al
inicio de la historia de la humanidad y que dirige también a todos los hombres
de nuestro tiempo, también a nosotros.
Pero yo querría que
nos hiciéramos una tercera pregunta: “¿Quién de
nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?”. ¿Quién ha
llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por estas
personas que estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus
niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias
familias?
Somos
una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del “padecer con”: ¡la
globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!
En el Evangelio
hemos escuchado el grito, el llanto, el gran
lamento: “Raquel llora a sus hijos… porque ya no están”. Herodes ha
sembrado muerte para defender su propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y
esto sigue repitiéndose… Pidamos al Señor que borre lo que queda de Herodes
también en nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de llorar sobre nuestra
indiferencia, sobre la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en
aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el
camino a dramas como este. ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha
llorado hoy en el mundo?”
Señor, en esta
Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos
perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre,
perdón por quien se ha acomodado, se ha encerrado en su propio bienestar que
lleva a la anestesia del corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus
decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas.
¡Perdón Señor!
Señor, que
escuchemos también hoy tus preguntas: ¿“Adán, dónde estás?”, “¿dónde está la
sangre de tu hermano?”
Noticia del 2013-07-08 12:38:12
Ruego del
Papa Francisco a María, Estrella del Mar
(RV).- En Lampedusa, a los
pies de la Madre
de Dios y Madre nuestra, el Papa Francisco imploró amparo, socorro,
misericordia, conversión y perdón. Al final de la Misa, antes de la bendición
final, ante la imagen de Nuestra Señora, el Santo Padre le rezó a la Santísima Virgen.
El Obispo de Roma, abrazando idealmente todas las tragedias semejantes que ocurren
en el mundo, rogó a la Protectora
de los emigrantes e itinerantes que socorra a los más necesitados; a María,
modelo de caridad, que bendiga a las personas de buena voluntad que los acogen;
que logre la conversión de los que los explotan y que el amor brindado sea
semilla de paz entre los pueblos.
Texto de la oración
del Papa a María, Estrella del Mar
Oh
María, Estrella del Mar,
una vez más recurrimos a ti,
para encontrar refugio y serenidad,
para implorar amparo y socorro.
Madre de Dios y Madre nuestra,
dirige tu dulcísima mirada
a todos los que cada día afrontan los peligros del mar
para garantizar a sus familias el sustento necesario para la vida,
para tutelar el respeto de la creación, para servir a la paz entre los pueblos.
Protectora de los migrantes e itinerantes,
ayuda con atención materna a los hombres, mujeres y niños
obligados a huir de sus tierras en busca de futuro y de esperanza.
Que el encuentro con nosotros y nuestros pueblos
no se transforme en fuente de nuevas y más graves esclavitudes y humillaciones.
Madre de Misericordia,
implora perdón para nosotros,
que, cegados por el egoísmo,
ensimismados en nuestros intereses
y prisioneros de nuestros temores,
estamos distraídos ante las necesidades y sufrimientos de los hermanos.
Refugio de los pecadores,
obtén la conversión del corazón
de los que generan guerras, odio y pobreza,
explotan a los hermanos y sus fragilidades,
hacen de la vida humana indigno comercio.
Modelo de
caridad,
bendice a los hombres y mujeres de buena voluntad,
que acogen y sirven a los que llegan a esta tierra:
que el amor recibido y donado sea semilla de nuevos lazos fraternales
y aurora de un mundo de paz.
Así sea.