sábado, 3 de agosto de 2013

Para servir, hay que tener un oído atento al Evangelio y el otro en el pueblo. Homenaje en el 37 aniversario del martirio de Mons. Enrique Angelelli.

1976 - 4 de Agosto - 2013  Angelelli en una de sus visitas pastorales

El encuentro entre el p. Jorge Mario Bergoglio y mons. Angelelli
Hace muchos años, el Papa Francisco fue cura en Famatina, cuando la parroquia pertenecía a la orden de los jesuitas. Volvió a La Rioja mucho después, en agosto de 2006, con motivo del 30° aniversario de la muerte de monseñor Enrique Angelelli. De esa visita, se recuerdan tres anécdotas, que muestran su austeridad: no quiso la custodia que le correspondía por su condición de cardenal, rechazó alojarse en los mejores hoteles y eligió uno más modesto, y tampoco aceptó el avión que le ofrecía el gobierno para llegar al lugar del martirio del obispo Angelelli. Optó por trasladarse en auto a Punta de los Llanos.
Bergoglio reflexionó acerca de la figura del ex obispo riojano, durante la misa concelebrada con una masiva concurrencia de fieles. "Angelelli tenía un diálogo de amor, de gracia y de reconocimiento" con el pueblo", manifestó Francisco, y remarcó que tenía "un aguante apostólico para llevar a cuestas todas las dificultades y mucho coraje para anunciar y predicar el Evangelio pese a todos los cuestionamientos, difamación y calumnia".
"Era un verdadero pastor con sus ovejas. Yo viví ese diálogo entre el pastor y su pueblo", manifestó Bergoglio, al tiempo que recordó aquellos aciagos días cuando le tocó visitar por primera vez La Rioja. "Angelelli nos dio retiro espiritual y pasamos unos días maravillosos e inolvidables, porque tenía la sabiduría de un pastor que dialogaba con su pueblo", enfatizó el entonces cardenal Bergoglio, reconociendo que ex obispo riojano estaba al frente de una Iglesia perseguida.
"Caminaba con su pueblo hasta las periferias; era un hombre de periferias salía al encuentro; por eso fue perseguido y los anhelos de su pueblo se hicieron sangre en su pastor", señaló Bergoglio, quien aclaró que la vida y martirio de Angelelli "no es una simple memoria encapsulada" y pidió que "miremos el cariño que desgranó entre su pueblo, porque quería a los hombres y mujeres, libres".
Exaltando constantemente la figura de monseñor Angelelli, se remontó a aquellos años negros que vivió el país y recordó también a los laicos asesinados. Y citó varias veces poemas escritos por Angelelli, sosteniendo que "escribió verdaderos quiebres de amor", porque dejaba traslucir que "estaba enamorado de su pueblo, de los pobres, de los enfermos", y llevaba consigo "un proyecto humano y divino".
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Opinión. Escribe Guillermo Alfieri (*)

De cuando Bergoglio se refirió al martirio del obispo Angelelli

Fui periodista, en esa provincia, hasta el 24 de marzo de 1976. La memoria del cronista y la relectura de la homilía pronunciada por el cardenal Bergoglio el 4 de agosto de 2006, en la misa de homenaje al obispo Enrique Angelelli permiten construir un testimonio vinculado a la gestión de quien es ahora Francisco I (el autor de la nota insiste en indicar el nombre del Papa con el "I", lo cual es incorrecto, pero que respetamos, pues así lo escribió).
El pensamiento y la acción de Jorge Mario Bergoglio están sujetos a interpretaciones, a veces encontradas, desde que fue elegido Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Un capítulo en debate es el de la actuación del sacerdote ante la represión de la última dictadura, a lo que se acaba de sumar el trámite de canonización de víctimas de trágicos operativos en La Rioja. 
Fui periodista, en esa provincia, hasta el 24 de marzo de 1976. La memoria del cronista y la relectura de la homilía pronunciada por el cardenal Bergoglio el 4 de agosto de 2006, en la misa de homenaje al obispo Enrique Angelelli al cumplirse el 30 aniversario de su provocada muerte, permiten construir un testimonio vinculado a la gestión de quien es ahora Francisco I. Consignó Bergoglio que conoció La Rioja el 13 de junio de 1973, para participar del retiro espiritual de un grupo de jesuitas. Ese día, en la localidad de Anillaco, la furia de los Cruzados de la Fe contra la profética pastoral de Angelelli se tradujo en piedrazos que golpearon la espalda del obispo y obligaron a suspender las fiestas patronales. 
Dos meses después, Bergoglio regresó a La Rioja, en carácter de provincial de la orden que acompañó la visita del prepósito general de la Compañía de Jesús, el vasco Pedro Arrupe (1908-1991), preocupado por las agresiones a religiosos y laicos. El influyente dignatario y Bergoglio conversaron con representantes de la diócesis, con la voluntaria ausencia de Angelelli. La conclusión de Arrupe fue que la pastoral riojana estaba en consonancia de las resoluciones del Concilio Vaticano II. El apoyo, retaceado por la jerarquía eclesiástica argentina, lo amplió en rueda de prensa. “Se lo etiqueta (al obispo) de comunista, sin tener en cuenta que es un hombre de la Iglesia, que está luchando por una sociedad mejor”, comentó el jefe mundial de los jesuitas. 
El objetivo reaccionario de suprimir la palabra que perturbaba los intereses feudales y conmovía la inercia fatalista de los excluidos de los planes de progreso, aceleró su marcha a partir del golpe cívico-militar y recurrió al crimen abierto y encubierto. 
En julio de 1976 acribillaron al laico Wenceslao Pedernera, en Sañogasta, y secuestraron, torturaron y asesinaron a los curas Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, en Chamical, cuyos cuerpos se hallaron tirados a la vera de las vías del ferrocarril. En inmediata secuencia, el 4 de agosto, la barbarie se disfrazó de accidente de tránsito para matar a Enrique Ángel Angelelli. Desde entonces, persiste la sorda polémica en el seno de la Iglesia, sobre lo sucedido en la ruta 38, a la altura del paraje Punta de los Llanos. En la misa carcelaria, el capellán del Batallón de Ingenieros 141, Felipe Pelanda López, atribuyó el vuelco de la camioneta a la imprudencia del obispo de manejar a la siesta, sin la debida digestión del almuerzo. No hace mucho, escuché al ex presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Estanislao Esteban Karlic, poner en duda de que se trató de un homicidio. Empero, en el tiempo de las ejecuciones, el provicario castrense, monseñor Victorio Bonamín, reveló en la base aérea de Chamical: “El pueblo deberá comprender que hay pecados contra Dios que se lavan con sangre”. 

Homilía registrada 
En la multitudinaria misa de 2006, en Punta de los Llanos, donde se levanta la ermita que señala el lugar donde cayó Angelelli, Bergoglio rescató de la visión directa de 1973, la convicción de que la Iglesia riojana era perseguida pero se encontraba entera, con un “diálogo de amor” entre el pueblo y su pastor. Comparó los ataques sufridos por Angelelli con el maltrato padecido por Pablo, en Filipos, “a través de los consabidos métodos de la desinformación, la difamación y la calumnia”. El arzobispo de Buenos Aires, abordó las muertes de la represión y sostuvo que “Wenceslao, Carlos, Gabriel y el obispo Enrique fueron testigos de la Fe, derramando su sangre”. Reflexionó que si alguien “se puso contento, creyó que era su triunfo”, en realidad fue la derrota de los adversarios. Para ser rotundo, Bergoglio citó a la “linda frase” de uno de los primeros cristianos: “Sangre de mártires, semilla de cristianos”. 

Criterios
La causa judicial por los asesinatos que quitaron la vida al cordobés franciscano Carlos de Dios Murias y al francés Gabriel Longueville, culminaron con la condena de dos jerarcas militares y un comisario de la policía provincial. Están pendientes las respectivas audiencia oral y pública por los homicidios de Pedernera y el obispo Angelelli; largamente demoradas y sin civiles procesados. En este marco y con el nuevo Papa en funciones, trascendió la noticia de que está en trámite la canonización de sacerdotes, seminaristas y laicos, ultimados por el terrorismo de Estado. Al margen de parcial y confuso desmentido, lo cierto es que, en mayo de 2011, el obispo de La Rioja pidió la apertura de la investigación diocesana del “presunto martirio de los siervos de Dios”, Murias, Longueville y Pedernera. En tanto titular de la Conferencia Episcopal Argentina, Bergoglio otorgó su beneplácito a la iniciativa. En la nómina no figura Angelelli y en el laicado riojano circula la siguiente hipótesis:, monseñor Roberto Rodríguez no reconoce que su antecesor fue víctima de la trágica represión, sino que falleció en accidente. Si es así, el criterio colisiona con el expresado por Bergoglio en la homilía del 4 de agosto de 2006, cuando mencionó el martirio de “Carlos, Gabriel, Wenceslao y el obispo Enrique”. El virtual entredicho puede zanjarse en breve: Francisco I tiene que designar al reemplazante de Rodríguez, a punto de dejar su actual cargo en La Rioja., por un cambio ya programado. A lo mejor, en la cuestión palpita un elemento que el Papa no ignora: la resistencia conservadora a beatificar el compromiso social en la segunda mitad del siglo veinte y a admitir el martirio de un obispo que la jerarquía eclesiástica, en la que no estaba Bergoglio, dejó librado a su suerte, hace menos de 40 años. 
(*) Guillermo”Yiyi” Alfieri, cofundador del diario El Independiente
DataRioja  27/ 03/ 2013

A esta nota, agregamos que el Papa Francisco ya nombró Obispo de La Rioja al p. Marcelo Colombo, quien se desempeñaba como obispo de Orán, Salta, y anteriormente pertenecía al clero Diocesano de Quilmes.  Quiero enviar un saludo al p. Marcelo Colombo, en esta nueva misión, y seguro de que tendrá en cuenta el Testimonio de Fe de Mons. Angelelli para actualizarlo en su labor pastoral. P. Luis Bruno

Breve semblanza de Enrique Angelelli


Nació en Córdoba el 17 de julio de 1923.En marzo de 1938 ingresó al seminario de Córdoba, buscando seguir a Jesús como sacerdote.Ordenado sacerdote en Roma (donde había ido a perfeccionar sus estudios) en octubre de 1949.Desde su sacerdocio joven, empezó sirviendo en Córdoba como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC) y de la Juventud Universitaria Católica (JUC); además, animaba la capilla Cristo Obrero de esa ciudadEn 1961 el Beato Juan XXIII lo elige obispo auxiliar de Córdoba, con sólo 38 años.Participa -como todos los obispos del mundo- del Concilio Vaticano II (1962-1965). Angelelli participó con entusiasmo y con esperanza. Su sencilla y coherente fidelidad al Evangelio y a la renovación conciliar, cayeron como agua fresca para un pueblo sediento de la Buena Noticia de Jesús.En su acción pastoral empieza a hacer gestos proféticos, de cercanía a los más pobres y a la clase obrera, acompañando así con coherencia su palabra claramente evangélica:Invitado a bendecir una comunidad religiosa en una cantera de cal prefiere compartir la mesa de los obreros y no la cabecera con los patrones.Mediando en un conflicto laboral en una fábrica de pilas, cuando los patrones pensaban recibir el apoyo del obispo, les dice él: "Miren, si estas injusticias continúan, algún día estaremos juntos en el mismo paredón: ustedes los patrones y nosotros los curas. Ustedes, por no haber practicado la justicia social. Nosotros, por no haber sabido defenderla."El 11 de julio de 1968, el Papa Pablo VI lo nombra Obispo de La Rioja; asume el 24 de agosto con el lema "Justicia y Paz" y diciendo: "Ayúdenme a que no me ate a intereses mezquinos o de grupos. Oren para que sea el obispo y el amigo de todos, de los católicos y de los no católicos, de los que creen y de los que no creen, de los de la ciudad y de los que viven en los lugares más apartados." Y también: "No vengo a ser servido sino a servir. Servir a todos, sin distinción algima, clases sociales, modos de pensar o de creer; como Jesús, quiero ser servidor de nuestros hermanos los pobres".Fue así que se dedicó incansablemente de recorrer todos los rincones de la Diócesis, hasta los ranchos más apartados. Desde entonces formuló su regla de oro: "Para servir, hay que tener un oído atento al Evangelio y el otro en el pueblo".Después de visitar, convocó a los católicos (laicos, sacerdotes y consagrados) a una "Primera Semana Pastoral", para reflexionar juntos a partir de la pregunta "Iglesia riojana, ¿qué dices de ti misma? ¿Cuál es tu misión aquí?" La propuesta final de esa semana quedó formulada así: "Caminemos juntos, partiendo de la realidad, la cultura y la tradición de este pueblo. Siempre iluminados por la Luz del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia. Queremos ser una Iglesia servidora de los hombres."Atento al espíritu del Concilio, acercó la acción pastoral y las celebraciones a la gente. Así hizo con mensajes radiales; con la famosa Misa de Nochebuena bajo el alero de un pobre rancho; con el rescate de la tradicional fiesta del Tinkunaco; etc.Su palabra se fue haciendo potente y molesta para la élite dominante (tan típico eso en las provincias del NOA):"Existen unos que no tienen voz, que son marginados y explotados y existen otros que tienen privilegios y explotan a los demás. ¿Eso lo quiere Dios? ¡No!""Dios no quiere hombres resignados".Denuncia la usura ejercida desde familias poderosas de la sociedad riojana, así como la prostitución y el narcotráfico. A las marchas que se organizan, él suma la Comisión de Lucha contra la Usura, creada en abril de 1971.En septiembre de 1971, Angelelli lleva a la Comisión Permanente del episcopado, que preparaba su aporte para el sínodo sobre "La Justicia social en el mundo", 25 trabajos surgidos desde distintos grupos y sectores diocesanos.En diciembre de 1971, el gobierno canceló la difusión radial de la Misa de Navidad. Angelelli rezó así: "Señor, te pido por la gente del campo que esta noche no ha tenido misa, que no podemos transmitir por la radio nuestra (...) Quizá le tengan miedo a la misa y la crean peligrosa, porque Tú eres bastante peligroso. El Evangelio, esa Buena Nueva que eres Tú, no es tan fácil vivirlo, y cuando se la quiere vivir en serio, la Buena Nueva es peligrosa."A partir de 1971 promovió fuertemente la organización de escuelas rurales y de cooperativas de trabajo. También pidió la inspección de las condiciones laborales en algunas fincas, lo que costó la agresión física a un sacerdote y dos laicos comprometidos.En agosto de 1972 fueron detenidos los P. Gill y Praolini. Angelelli comenzó la misa y al llegar al ofertorio la interrumpió para encabezar la marcha ante el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia, reclamando su libertad. Recién los liberaron en septiembre, al demostrarse la falsedad de los cargos.Hubo numerosas agresiones de grupos conservadores y de parte de la prensa local. En junio de 1973, el obispo, sacerdotes y cristianos comprometidos fueron agredidos en Anillaco por un grupo organizado por terratenientes de la zona.El 29 de julio en Aminga (cerca de Anillaco) fue destrozada la comunidad de las hermanas de la Asunción y una cooperativa. Angelelli los animó a no aflojar: "Hay que seguir andando, nomás"Ante una fuerte campaña de difamación hacia el obispo, el Cardenal Villot le escribe que el Papa Pablo VI "le ha pedido a Mons. Vicente Zaspe (arzobispo de Santa Fe) que sea portador en su nombre de un gesto fraternal de apoyo y respaldo a su misión pastoral. (...) Además, Mons. Zaspe es portador del testimonio de afecto y de apoyo del Sumo Pontífice para con usted, que mucho lo aprecia por su dedicación pastoral, especialmente volcada a los pobres."Zaspe recorrió la Diócesis y dialogó con mucha gente. Al final expresó: "La pastoral de la Iglesia riojana es la pastoral de la Iglesia Universal (...). No he venido por mi propia iniciativa; me han enviado. Y el que me envió tiene un nombre concreto: Pablo VI. Y las consignas son tan concretas como su nombre: pedir la confianza para el obispo, porque el Papa se la tiene."El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas toman el poder.Recrudecieron las calumnias, falsas denuncias y amenazas; también los apremios a agentes pastorales. Varios amigos aconsejaron a Angelelli que se ocultara o se alejara por un tiempo, pero él lo rechazaba de plano diciendo: "Es a mí a quien buscan; si me voy, me van a matar las ovejas."El 4 de julio fueron masacrados en Buenos Aires 5 religiosos palotinos en la Parroquia San Patricio.El 18 de julio, fueron alevosamente asesinados, luego de ser secuestrados y torturados por quienes se identificaron como miembros de la Policía Federal, los sacerdotes P. Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, en la localidad de Chamical (La Rioja) donde realizaban su apostolado.El 25 de julio hombres encapuchados fueron a buscar al párroco de Sañogasta, pero éste se había ido por recomendación de Mons. Angelelli. Cuando el laico que los atendió (Wenceslao Pedernera) les dijo que el párroco no estaba, lo acribillaron en presencia de su esposa a hijos."Si me matan es porque, para el Señor, mi obra ya está terminada" decía Angelelli por aquellos días, mientras investigaba por su cuenta la muerte de esos colaboradores fieles.El 4 de agosto, 17 días después del asesinato de aquellos sacerdotes, Angelelli fue asesinado mediante un supuesto "accidente" automovilístico. El obispo acababa de dejar Chamical, donde habla celebrado una misa y pronunciado una homilía en la que denunciaba aquellos asesinatos. El Obispo manejaba una camioneta, y el padre Arturo Pinto que lo acompañaba recuerda que apenas dejaron Chamical comenzó a seguirlos un automóvil; el obispo aceleró pero entonces apareció otro coche y a la altura de Punta de los Llanos los encerraron hasta hacer volcar la camioneta.El cuerpo del Obispo quedó tirado en el suelo durante seis horas, la camioneta desapareció y la única lesión que presentaba el cadáver de Mons. Angelelli fue la nuca destrozada tal como si lo hubiesen molido a golpes. La carpeta que llevaba el obispo jamás pudo ser encontrada, aunque sí fue vista sobre el escritorio del Gral. Albano Harguindeguy, Ministro del Interior.
Fuente: ENRIQUE ANGELELLI, OBISPO Y MÁRTIR - Ficha para grupos cristianos, a 25 años de su martirio.1976 - 4 de agosto - 2001 (ficha realizada para uso de grupos juveniles de la Vicaría Flores).
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La historia de un asesinato disfrazado de accidente


"Hermana, no ha visto nada"
Por W. U.


Estado en que quedó, después del accidente fraguado, el vehículo que conducía Angelelli,  y el cuerpo golpeado, que apareció lejos del vehículo.

Enrique Angelelli había nacido en Córdoba el 17 de julio de 1923 y fue ordenado sacerdote en Roma el 9 de octubre de 1949. Desde 1961, por decisión del entonces papa Juan XXIII, fue designado obispo auxiliar de Córdoba y desde 1968 el papa Pablo VI lo hizo titular de la diócesis de La Rioja. El 4 de agosto de 1976, después de muchos enfrentamientos con el poder y tras el asesinato de dos de sus curas, Juan de Dios Murias y Gabriel Longueville, la muerte lo sorprendió en una ruta riojana. El gobierno militar siempre habló de "accidente" automovilístico e incluso se echaron a correr rumores acerca de la impericia de Angelelli para manejar. Las autoridades de la Conferencia Episcopal anunciaron "investigaciones", pero nunca se apartaron dela versión oficial o bien dejaron, en todo momento, instaladas las dudas acerca de la muerte de una figura que ciertamente les resultaba molesta y que poco antes, en 1975, había afirmado que "ser hombres de la luz es no evadirnos de nuestra realidad y construir nuestra historia con los demás".
Para Miguel Hesayne, obispo emérito de Viedma y uno de los que siempre defendieron la tesis del asesinato y del martirio, "de acuerdo a la documentación judicial, la certeza moral del asesinato de Enrique Angelelli ha logrado la certeza judicial a tal punto que la Corte Federal establece, en forma indudable, circunstancias que no pueden ser materia de controversia y califica judicialmente el caso Angelelli, en forma definitiva e incontrovertible, homicidio calificado". Para el obispo queda probado que "la camioneta (que conducía Angelelli y en la que también viajaba su secretario Arturo Pinto) fue encerrada por la izquierda al momento que se produce una explosión; que el cuerpo del obispo Angelelli quedó ubicado a veinticinco metros del lugar final de la camioneta, con el cuerpo extendido y los pies juntos, mostrando en ambos talones pérdida de la piel sin ningún indicio de golpes o contusiones en el resto del cuerpo. Por eso, se infiere que fue arrastrado hasta el lugar mencionado por intervención de los autores del hecho; que la camioneta presentaba una goma desinflada, cuya cámara tenía un corte de trece centímetros, lo que no fue causa del vuelco, según la pericia mecánica practicada".

Todos estos datos abonan lo que Hesayne denomina "la patraña criminal del accidente provocado por una falsa maniobra que habría cometido el obispo Angelelli en ese momento".

Pero el obispo de Viedma ofrece un testimonio más al hablar de "un hecho que hace poco tiempo se me ha transmitido" y que es "sumamente elocuente y que presume participación personal de las Fuerzas Armadas y de seguridad, directa o indirectamente, en el asesinato del obispo Angelelli". Relata Hesayne "el testimonio de la religiosa enfermera diplomada que cumplía guardia en la morgue del hospital de la ciudad de La Rioja ese día de la muerte del obispo. Le tocó limpiar el cadáver del obispo Angelelli y al darlo vuelta en la camilla, se sorprendió por un orificio muy hondo en la nuca del cadáver". Sigue diciendo Hesayne que "ante la exclamación de sorpresa de la religiosa enfermera, dos oficiales de las Fuerzas Armadas y de seguridad que se encontraban de custodia, de inmediato la retiraron de lo que era su tarea habitual, ordenándole textualmente: "Hermana, usted no ha visto nada’".

Fuente: Página/12, 30/07/06




Por Oscar Campana. Teólogo argentino. Director Académico del ISET (Instituto Salesiano de Estudios Teológicos) de la Ciudad de Buenos Aires. Revista Nueva Tierra 45, diciembre de 2000.


"Hay que ir limpiando la sombra para desenterrarle la luz" (2)
Hablar del panorama y el contexto teológico que enmarcaron la última década de Angelelli supone hacer inevitable referencia a una serie de acontecimientos que tuvieron a Angelelli no sólo como receptor pasivo sino también como protagonista.
Desde el punto de vista eclesial-magisterial, la referencia al Concilio Vaticano II (1962-1965), a la IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín, 1968) y a la Declaración del Episcopado Argentino (San Miguel, 1969) parece ineludible.
Desde el punto de vista de los movimientos eclesiales, de cuyo acompañamiento hizo el joven sacerdote Angelelli uno de los ejes de su ministerio, estos años lo encontrarán cercano a las instancias más dinámicas de la renovación pastoral en Argentina.
En la Comisión Episcopal de Pastoral (Coepal), creada en 1966 por el episcopado argentino para poner en marcha un plan nacional de pastoral a la luz del Vaticano IIº, Angelelli ocupará un lugar clave, no sólo en su conducción sino también por su integración al equipo de peritos. (3)
Es fundamentalmente en este terreno donde podemos indagar acerca de cuáles criterios y categorías teológicas obraban en el contexto de la vida y acción pastoral y social de Enrique Angelelli. Me referiré, fundamentalmente, a la cuestión fe e historia.
Una categoría central: fe e historia (4)
La recuperación del carácter histórico de la salvación o de la dimensión salvífica de la historia operada por el Concilio Vaticano IIº, resonó en América Latina de una forma muy concreta: el proceso histórico de liberación de nuestros pueblos pasa a convertirse, más allá de los diferentes discursos, en la preocupación central de un sector cada vez más importante del pensar teológico y de la praxis eclesial.
Y en forma análoga, si el diálogo que el Concilio instauró con el mundo moderno significó para las iglesias de los países centrales una llamada al encuentro y al mutuo entendimiento con la cultura contemporánea, en América Latina este diálogo tuvo que ver, fundamentalmente, con el reconocimiento de un interlocutor: el pueblo y/o los pobres.
El profetismo manifestado en una historia leída a la luz de la fe y el reconocimiento de un sujeto, portador, a su manera, de esa misma fe, pero que a la vez es un sujeto oprimido y marginado política, económica y culturalmente, están en la base de las principales intuiciones teológicas e iniciativas pastorales de la época. La "irrupción de los pobres en la Iglesia y en la teología", como se ha dado en llamar, parece ser el hilo conductor que transita desde la teología de la liberación hasta la inculturación del evangelio, desde la pastoral popular hasta las comunidades de base, desde el compromiso socio-político de amplios sectores de la Iglesia hasta la vida religiosa inserta, desde las nuevas formas de expresión litúrgica y catequística hasta el martirologio latinoamericano.
En mi opinión, no ha habido en la Iglesia de América Latina nada radicalmente nuevo desde entonces. Las más fecundas iniciativas, las más audaces categorías y los más interesantes debates se reconocen en este subsuelo cuya expresión privilegiada sigue siendo, sin dudas, la opción por los pobres.Aquel reencuentro con el Evangelio operado, en última instancia, en la espiritualidad y en la teología, encontraron en Angelelli y en su corazón de poeta-pastor, expresiones simples y profundas como la conocida "con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio". O aquella otra "el Evangelio del pobre". O esa frase que parece una traducción de tierra adentro de la lectura de los signos de los tiempos: "desovillando a mi pueblo".
A mitad de camino entre el teólogo que habla y el místico que calla, Enrique Angelelli se nos revela como el poeta-pastor que habla sin decir del todo y que calla haciendo oír su silencio. Oración y acción pastoral eran en él las dos caras de una misma moneda. "Cantar y liberar", como dijera Gustavo Gutiérrez. "Los pobres y Dios", en palabras de Pedro Casaldáliga.
Hay mucho silencio en sus palabras. Mucha paciencia en su aparente impaciencia. Mucho desovillar. La crítica y la autocrítica de los años sesenta y setenta hizo de muchos de sus protagonistas hombres y mujeres exaltados que sólo veían la pronta concreción del cambio social que ellos mismos anunciaban. Hombres y mujeres aferrados a un éxito cercano, en términos sociales y políticos, que parecía llevarlos a no percatarse de la realidad que los rodeaba. No es esto lo que se percibe en las palabras de Angelelli. Hay mucho dolor en sus palabras. Pero no desesperanza. Pero él sabía, y lo repetía muchas veces, que los caminos de Dios no son los de los hombres. Quizás nos falte mucho, aún, para terminar de de- sovillar aquellos años, aquella Iglesia y aquella Argentina.
Enrique Angelelli selló su palabra-silencio con su martirio. En una homilía de febrero de 1976, contaba que había estado releyendo los padres apostólicos y las actas de los mártires. Intuyó, como muchos, los tiempos que venían. Como allí por 1970 en su último escrito lo intuyera, a su estilo, Leopoldo Marechal: "Ante nuestra mirada tenemos un escenario (una geografía), los actores listos (un pueblo) y la noción del drama o la comedia que ha de representarse allí (el suceder nacional). ¡De pronto una gran flojera, un olvido total de las consignas, un abandono del escenario, los actores y el drama! ¿Qué sucedió aquí? ¿Un aborto del suceder?". (5)
Los abortistas del suceder ya estaban al acecho de hombres, mujeres, pueblo, ideas y acontecer. Los mismos que, en su cinismo, pocos días antes de su martirio le enviaron a Angelelli telegramas de condolencias por Carlos y Gabriel, los dos sacerdotes asesinados.
Como lo vuelven a mostrar en nuestro país y en América Latina los acontecimientos de las últimas semanas, hay mucho dolor, aún, por desovillar.
Algunas claves de futuro
Finalizo con una breve referencia al presente. Los creyentes parecemos vivir anunciando algo, pero lo que después llega es otra cosa. Debo decir, en esta ocasión que nos hace arrojar una mirada sobre aquellos años, que aún percibo demasiada certidumbre en nuestros discursos.
¿No habremos comprado muy pronto el "paquete" de los ’90? Y no pregunto esto movido por una nostalgia setentista de teoría y praxis. Pero temo que detrás de la dispersión hermenéutica en la que nos hemos sumergido, nos hayamos quedado con el gesto setentista más que con su sustancia.
Es verdad que la opción por los pobres se ha ido des-ovillando cada vez con mayor detalle y sutileza: ONGs, movimientos sociales, ciudadanía, perspectiva de género, vida cotidiana, tercer sector, redes alternativas, interculturalidad, ecología, holística. Pero a veces me asusta un poco la complacencia y hasta el financiamiento del sistema hacia muchas de estas iniciativas. No quiero instaurar una crítica hacia ellas: de una o de otra manera todos estamos vinculados a alguna de estas alternativas. Sólo constato que hoy nos falta algo que nos embargue el corazón.
El corazón de Angelelli, corazón de poeta, de pastor y de mártir, sigue siendo, en estas circunstancias, un corazón que nos ayuda a "limpiar la sombra para desenterrar la luz". Y si la Iglesia del preconcilio fue capaz de parir a un creyente de la estatura de Enrique Angelelli, ¡¿qué no parirá la Iglesia y la sociedad qué él ayudó a engendrar?!
(1) Ponencia presentada en las IVª Jornadas "Justicia y esperanza en la opción por los pobres, Buenos Aires, 5 de agosto de 2000.(2) Angelelli, E. A., Encuentro y mensaje, Buenos Aires, 31984, 7.(3) Ver Campana, O., "Angelelli está en nuestro futuro", en Nueva Tierra 31 (1996) 19-21, y las referencias allí indicadas.(4) Para esta cuestión continúa siendo imprescindible la lectura de la obra de S. Politi, Teología del pueblo. Una propuesta argentina para Latinoamérica, Buenos Aires, 1992, especialmente 269-298.(5) L. Marechal, Megafón, o la guerra, Buenos Aires, 31999, 150.
Fuente: www.nuevatierra.org.ar



Enrique Angelelli: pastor y profeta
Enrique Angelelli nació en la ciudad de Córdoba el 17 de julio de 1923. Fue ordenado sacerdote en Roma el 9 de octubre de 1949. El Papa Juan XXIII lo eligió como obispo auxiliar de Córdoba y fue consagrado el 12 de marzo de 1961. Luego el Papa Pablo VI lo designó Obispo de La Rioja y tomó posesión de esa diócesis el 20 de agosto de 1968.
Mons. Angelelli llevó a la vida del pueblo de La Rioja las enseñanzas del Concilio Vaticano II, de Medellín y del documento de San Miguel del Episcopado argentino. Su acción pastoral, inspirada por estos documentos, fue objeto de duras polémicas. Fue un hombre que se dejó tomar por el Espíritu y apasionar por el evangelio.

Vivió intensamente la amistad y estrechó lazos de unión y de afecto con la gente de manera bastante inusual en su ambiente. Siempre manifestó con gestos y palabras su amor por la Iglesia; un amor serio, crítico y absolutamente fiel al evangelio. Creyó en la Iglesia como comunidad y favoreció el encuentro fraternal entre sus miembros.
Tuvo una enorme comprensión por los más humildes, y fue capaz de elevar la voz en la denuncia frente a las opresiones desde sus homilías, cartas pastorales y la radio. Desde la experiencia de su tierra y de su pueblo, constantemente se esforzó por romper las estructuras de injusticia para que la tierra, el trabajo, el pan y el agua fuera para todos.
Los títulos de sus homilías son más que significativos para mostrarnos por donde iba su reflexión. Veamos algunos ejemplos: "Pacificar el corazón, mirar al futuro, preparar los hombres del mañana" (1 de enero de 1969).
"El obispo, hombre crucificado; en su corazón deben encontrar cabida las alegrías y los dolores de su pueblo" (1970).
"Con alma de niños, dar acogida en nuestro corazón al don de la paz" Mensaje de Navidad (1970).
"Colecta Más por Menos, toma de conciencia nacional, un comienzo para aplicar en cristiano la distribución de los bienes" (1971).
"Urge escuchar la voz de Cristo y llegar incluso a opciones y rupturas interiores si queremos cambiar nuestra manera de vivir" Carta pastoral de Cuaresma (1972).
"En nuestras madres encontramos un eco de la grandeza y del amor de Dios" Mensaje en el Día de la Madre (1973).
"Quiero manifestar un amor grande al pueblo riojano que el Señor me confió; un amor grande a esta hora histórica que nos toca vivir y que juntos vamos tejiendo dolorosamente; amor grande a Cristo y a su Iglesia" (1973).
"Somos obispos y pastores de un Concilio que debe ser llevado a la práctica" (1974).
"Ser hombres de la luz es no evadimos de nuestra realidad y construir nuestra historia con los demás" (1975).
"Seguimos mirando nuestro presente y nuestro futuro con esperanza, aunque sea dolorosa nuestra realidad" (1975).
El 18 de julio de 1976 en Chamical, ciudad pequeña de la región de Los Llanos riojanos, fray Carlos de Dios Murias, uno de los primeros franciscanos conventuales argentinos, y el padre Gabriel Longueville, sacerdote francés a cargo de la parroquia de esa ciudad, en una fría noche de invierno, fueron cruelmente asesinados por ser fieles a Cristo y a la Iglesia.
El padre obispo Enrique Angelelli en la homilía del entierro dijo:
"También hay en este presbiterio muchachos que están estudiando, todavía no son sacerdotes, están preparándose, experimentando a Cristo, descubriéndolo con la inteligencia y fundamentalmente descubriéndolo en la vida y asimilándolo para que puedan ser presbíteros. Yo creo que ellos hoy deben recibir la mejor lección de teología de la vida. Porque un muchacho de 30 años y presbítero ha muerto, por ser fiel a las bienaventuranzas de Jesús, mártir. Hermanos seminaristas, a ustedes también les deja una lección, un mensaje".
Una semana más tarde, en la puerta de su casa le quitaron la vida a Wenceslao Pedernera, un hombre apostólico, trabajador rural, esposo fiel y padre de familia. Pocos días después, el 4 de agosto (día del párroco), caía en el camino, en Punta de los Llanos, el obispo de la diócesis, el pastor y profeta Enrique Angelelli.
"La vida y la muerte de Monseñor Angelelli son fuente fecunda de inspiración para quienes seguimos a Jesús de Nazaret y también para aquellos que sueñan y luchan por un tiempo nuevo de justicia y de paz.
Sus huellas de profeta y de pastor nos llevan "tierra adentro" al encuentro de los pobres y olvidados. Quienes van detrás de sus pasos, descubrirán un camino de fidelidad creativa, de entrega radical, de amor sin reservas. Hallarán el corazón del pastor habitado por el clamor de los pobres y la pasión del Evangelio.
Hoy, quizás más que nunca, necesitamos volver a oír sus palabras; en ellas, el testimonio de su vida nos convocará, a ser también nosotros sembradores de una época nueva que haga posible la vida plena para todos"
Juan Carlos Pisano
Fuente: http://usuarios.lycos.es/angelelli.



NUNCA MAS - El caso del Obispo de La Rioja Monseñor Enrique Angelelli, y de los sacerdotes de Chamical Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias

El 18 de julio de 1976, fueron alevosamente asesinados, luego de ser secuestrados por quienes se identificaron como miembros de la Policía Federal, los sacerdotes P. Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, en la localidad de Chamical (La Rioja) donde realizaban su apostolado. A la mañana siguiente a este crimen, hombres encapuchados fueron a buscar al párroco de Sanogasta, pero éste se había ido por recomendación del Obispo Monseñor Enrique Angelelli. Cuando el laico que los atendió les dijo que el párroco no estaba, lo acribillaron.
El 4 de agosto, 17 días después del asesinato de aquellos sacerdotes, falleció Monseñor Enrique Angelelli, Obispo de la Diócesis de La Rioja, supuestamente en un «accidente» automovilístico». Las pruebas o presunciones de que fue atentado, se acumularon de manera abrumadora.
El Obispo acababa de dejar Chamical donde había celebrado una misa y pronunciado una homilía en la que denunciaba aquellos asesinatos. El Obispo manejaba una camioneta, y el padre Arturo Pinto que lo acompañaba recuerda que apenas dejaron Chamical comenzó a seguirlos un automóvil; el Obispo aceleró pero entonces apareció otro coche y a la altura de Punta de los Llanos los encerraron hasta hacer volcar la camioneta.
El cuerpo del Obispo quedó tirado en el suelo durante seis horas, la camioneta desapareció y la unica lesión que presentaba el cadáver de Monseñor Angelelli fue la nuca destrozada tal como si lo hubiesen molido a golpes. La carpeta que llevaba el Obispo jamás pudo ser encontrada.
«No vengo a ser servido sino a servir. Servir a todos, sin distinción alguna, clases sociales, modos de pensar o de creer; como Jesús, quiero ser servidor de nuestros hermanos los pobres». Estas fueron palabras pronunciadas por Monseñor Angelelli al asumir la conducción del Obispado de La Rioja en 1968.
Había realizado sus estudios sacerdotales en Roma, especializándose en Derecho Canónico; fundó en Córdoba la Juventud Obrera Católica y fue asesor de la Juventud Universitaria Católica.
«El dicente, en este sentido, quiere agregar que uno o dos días después de ocurrido el suceso, los papeles que portaba el Obispo Angelelli en el momento de su fallecimiento llegaron a la casa de Gobierno dirigidos a! Ministro Harguindeguy, en una carpet a remitida desde la Guarnición Militar Salta, con expresa indicación de que se trataba de documentación confidencial. Este hecho llamó la atención del declarante, ya que los citados papeles no fueron entregados a la causa judicial, como tampoco entregados a los allegados a Monseñor Angelelli.
Todas estas circunstancias motivaron que el dicente se decidiera a fotocopiar pane de esa documentación , que estaba integrada por correspondencia intercambiada entre el Obispo de La Rioja y el Arzobispo de Santa Fe, Monseñor Vicente Zaspe, referida a la persecución que sufrían señores de la Iglesia Católica por su actividad social, un cuaderno de notas y otros papeles. La documentación fue entregada al General Harguindeguy... quiere aclarar el dicente que prestó especial atención al hecho por la forma estrictamente «secreta» que se dio a la existencia de esta carpeta. Añade que no tiene conocimiento del destino posterior de la misrna, puesto que el General Harguindeguy manejaba en forrna personal todos los hechos referentes a la Iglesia»
(Declaración de Peregrino Fernández prestada ante el grupo de Trabajo de Desapariciones Forzadas de Personas de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas).
«...Durante uno de los interrogatorios, el Capitán Marcó y el Capitán Goenaga me diieron que el Obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, el Psiquiatra Raúl Fuentes y Alipio Paoletti iban a ser muenos... antes del mes, Angelelli murió en circunstancias que aún se investigan. Fuentes se encuentra desaparecido desde fines de 1976 y Alipio Paoletti fue buscado intensamente... en agosto del mismo año, debido a las condiciones físicas en que había quedado por las torturas fue trasladado al Hospital Presidente Plaza. Estando allí fue ingresado una noche el cadáver de Angelelli para realizarle una serie de autopsias; quienes me custodiaban, miembros de la Policía de la Provincia, aludiendo a la muerte del Obispo, manifestaban cosas como: «eso le tenía que pasar a ese cura comunista hijo de ....»
(Testimonio de Plutarco Antonio Scheller, Legajo N° 4952).



Un obispo molesto para el poder 

Un 4 de agosto de 1976, el Obispo Enrique Angelelli aparecía muerto sobre la ruta que llevaba a la ciudad de La Rioja. A fines de julio de ese año, se había formado el "grupo de tareas" encargado de eliminar a Angelelli. El 4 de agosto, después del mediodía, Angelelli salió de la localidad de Chamical hacia la ciudad de La Rioja, conduciendo la camioneta del obispado.Iba acompañado por el padre Arturo Pinto, llevando consigo una carpeta con pruebas y testimonios del secuestro, tortura y asesinato de los curas Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murías. Fueron perseguidos por un coche de color claro, quizás blanco, que los alcanzó en Punta de los Llanos, donde se les fue encima a gran velocidad y los encerró, provocando el vuelco de la camioneta. Angelelli fue sacado del vehículo, la nuca molida a golpes, lo dejaron tirado sobre el asfalto. Su reloj, roto, marcaba las 3 de la tarde.
La mentira del "accidente"
La carpeta que Angelelli llevaba no pudo ser hallada, pero fue vista por testigos, dos días después, en el despacho del entonces Ministro del Interior, General Albano Harguindeguy. El gobierno militar habló de un "accidente", pero nadie le creyó.
Al cabo de una dificultosa investigación, el 29 de julio de 1983, el obispo de Neuquén, Don Jaime de Nevares, denunció el asesinato de Monseñor Angelelli, y en la causa tramitada ante el Juzgado Nº1 de La Rioja quedó constatado que Monseñor Angelelli murió por asesinato "fríamente premeditado y esperado por la víctima" Esta causa quedó trunca, ya que tropezó con las leyes de punto final y obediencia debida.
Las llagas abiertas por el proceso militar siguen así, al impedir que la justicia haga su aporte de verdad y dignidad.- Ahora con la derogación y anulación de estas leyes, quizás sea posible que acabe la impunidad en nuestro país, y reciban su castigo los culpables.
Pero, ¿quién fue Enrique Angelelli?
No es un personaje lejano del pasado. Nació, trabajó y entregó su vida en este país de América Latina. Alguna gente nunca oyó hablar de él. No se trata de un simple olvido: los que se habían apoderado del poder político intentaron tender sobre Angelelli un pesado manto de silencio. "No sólo pretendieron robarle la vida, sino también la muerte", como dijo Monseñor Hesayne de Viedma.
¿Por qué hay interés en que sea olvidado?
En una cantera de cal en la zona cordobesa de Malagueño, en presencia de los patrones, Angelelli invitado a bendecir las instalaciones, destacó el Cristo Sufriente encarnado en los obreros, y prefirió compartir la mesa de los trabajadores en lugar de la que le habían preparado los dueños.
Ante un conflicto laboral en una fábrica de pilas, los sacerdotes respaldaron los reclamos de los trabajadores. Los empresarios esperaban que Angelelli frenara a los curas. Por el contrario, se pronunció públicamente en su favor.
Estaba convencido de que desde un escritorio era inútil ofrecer soluciones mágicas, por eso recorrió su diócesis, visitando hasta los lugares más lejanos y latiendo con los problemas de su gente. De allí su regla de oro: "para servir, hay que tener un oído atento al Evangelio y el otro en el pueblo".
Participó de las marchas contra la pobreza y la miseria que abundaban en su provincia, La Rioja. Alentó y colaboró en la organización de la Asociación de Trabajadores Provinciales, el Sindicato de Empleadas Domésticas, el de Trabajadores Rurales y Estibadores, la Asociación Minera y la Coordinadora Campesina.
Era conciente de que el problema crucial de la Rioja era la escasez de fuentes de trabajo, y que los riojanos emigraban en busca de ocupación. También sabía que existían grandes extensiones de tierra improductiva. Impulsado por las ideas del Concilio Vaticano II, ayudó a que se "concreten obras que hagan felices a los hombres", puso en funcionamiento escuelas, trabajó en la organización de cooperativas de trabajo. Muchos, y los gobernantes en particular, lo acusaban de impulsar el establecimiento de granjas colectivas.
El círculo se cierra
No dejó denuncia por realizar: sobre los bajos salarios, sobre los peones no inscriptos en la seguridad social.... Sus curas y él mismo sufrieron agresiones por matones a sueldo.
También la Justicia del lugar detuvo a dos de sus sacerdotes bajo falsas acusaciones de tenencia de armas y explosivos. Fueron procesados, pero luego de comprobada la falsedad de los cargos, fueron liberados. Se orquestaron campañas para difamarlo, acusándolo de subversivo, cura comunista, o guerrillero.....
En julio de 1976, en pleno proceso militar, dos sacerdotes de Chamical Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murías, fueron secuestrados, torturados y asesinados. Sus cadáveres fueron encontrados al otro día por una cuadrilla de ferroviarios, a 5 km, maniatados, acribillados a balazos, con restos de cinta adhesiva y algodón en la boca. En estado lamentable, el cura Murías especialmente que había sido mutilado y evidenciaba una muerte lenta.
A los pocos días, un grupo de hombres encapuchados ingresó a la pequeña aldea de Sañogasta, ametralló y dio muerte al dirigente Wenceslao Pedernera, en presencia de su esposa e hijos.
Angelelli presintió el final, por eso les dijo a sus amigos "que el círculo se iba cerrando...", ubicándose en el centro a sí mismo, ya que aseguraba que a quién buscaban era a él.-
Si Enrique Angelelli fue un hombre y un obispo molesto para muchos de sus contemporáneos, hoy es también un mártir incómodo.
Quizás ahí esté la respuesta de tanto silencio desde el poder político, desde muchos sectores de la sociedad y especialmente desde la Iglesia argentina que no exige investigación y justicia para sus miembros.
Fuente: http://www.8300.com.ar (7 de agosto de 2004)



El Obispo apedreado por los dueños de la tierra 

Homenaje al Obispo Angelelli
Por Osvaldo Bayer


Mi contacto con la figura de Angelelli principalmente se debió a que hicimos para la televisión alemana un film documental sobre Angelelli, de manera que me tuve que meter profundamente con la figura de él, con testigos de la época, con amigos y también con enemigos. El primer viaje que hicimos con la TV alemana fue a pedir una entrevista con Monseñor Primatesta, Obispo de Córdoba, para preguntarle qué opinaba de su Obispo Auxiliar, que había sido Monseñor Angelelli, y él nos contestó, a través de un secretario, que no tenía absolutamente nada que decir. También he leído las cartas del archivo del obispado de La Rioja, a las cuales llegamos a través del Obispo White, que fue el nombrado para reemplazar a Angelelli, que nos dio libertad de ver los documentos, pero nada más; no quiso abrir tampoco ninguna opinión sobre el mártir de La Rioja.
La primera escena que nos hace entender profundamente quién era Angelelli la da esto, que nuestro querido compañero cordobés delineó, y que son «las tierras de Asalini», el lugar llamado Aminga. Es ahí donde Angelelli ayuda a la cooperativa de viñateros que querían aprovechar esas tierras, pero más que tierras las aguas; es decir, lo más valioso en La Rioja son las aguas y no la tierra; y ahí estaban las mejores aguas, en ese territorio abandonado del predio de Asalini. Los herederos de Asalini se habían ido a vivir a Roma y nos les interesaba nada de eso, se había abandonado todo ese hermoso lugar para los viñedos. Esa gente entonces, los auténticos trabajadores de la tierra, del agua y del vino, quisieron hacer una auténtica cooperativa «Coodetral»; y realmente la crearon desde la base con la ayuda y el consejo del Obispo Angelelli. Por supuesto, y esto lo hace tan actual a la figura de Angelelli y a todos estos episodios, ¿de dónde vino la reacción? De un lugar que se ha hecho célebre en La Rioja, de Anillaco. De Anillaco vino la reacción. Nosotros, y esto está grabado y filmado, fuimos a la bodega Menem y fuimos atendidos por Amado Menem, que es el administrador de la bodega. Y es interesante ver a Amado Menem describir a este Obispo y señala con todo desparpajo frente a las cámaras de la TV alemana: «Él se la buscó. Era un comunista» Tal cual. No he agregado una sola palabra a las declaraciones de él. Y entonces nos describe, como un acto realmente democrático y heroico por parte de los bodegueros, de los dueños de todas esas zonas, cómo lo corrieron a pedradas al Obispo. Ustedes saben de aquel episodio, muchos de ustedes lo habrán leído, Angelelli con un cura que lo acompaña llegan a Anillaco y allí lo está esperando la barra brava de los viñateros. Yo acá tengo una solicitada del diario El Sol que lo llamaba «Satanelli» a Angelelli, donde está el Centro de la Juventud Amingueña que es el Centro que se opuso a que los hombres de la tierra tuvieran su cooperativa y explotaran esas tierras abandonadas. Este Centro saca una solicitada donde acusa al Obispo de subversión, de tratar de terminar con la verdadera religión católica. Uno de los firmantes de apellido Menem muy preocupado por que dice que Angelelli estaba falseando la fe católica al llevar el comunismo a los trabajadores de la tierra.
Fue uno de los que comandó ese especie de comando que recibe a pedradas a Angelelli, quien tiene que buscar refugio en la parroquia de Anillaco con el otro cura y puede abandonar recién ese recinto después de varias horas de estar adentro y se le grita de todo: «Comunista, marxista, etc.» Esto el propio Amado Menem lo contaba como un gran hecho: «Era la población auténtica de Anillaco» No, era la gente pagada por los bodegueros que apedreó al Obispo. ¡Fíjense qué figura evangélica! El obispo apedreado por los dueños de la tierra.
Y aquí viene la cosa de tipo política. En un Tiguanaco, la fiesta popular donde concurrieron todos los trabajadores de Aminga presididos por el Obispo, él pide la audiencia con el gobernador, nuestro actual presidente. Y, ¿qué le dice Carlos Menem? «Por supuesto, señor Obispo. "Piden la expropiación de la tierra, que la provincia expropie las tierras y se la dé a los trabajadores. Y Carlos Menem le promete que sí. Después lo tiene que aprobar la legislatura. Y ocurre una cosa por primera vez en la legislatura riojana. El bloque peronista al votar esta ley de expropiación se divide. Todos respondían a Menem pero justamente al votar esta ley se dividen, y desgraciadamente el bloque radical, y esto es una vergüenza para el radicalismo, en La Rioja se junta con los disidentes del peronismo y rechazan la ley de expropiación de la tierra. Esta fue una maniobra de Carlos Menem gobernador para no legalizar la entrega de tierras a los trabajadores.
Paso ahora a otra escena de las que a mí me emocionaron hondamente que es un viaje que hace el Obispo en su viejo auto y llega a la parte de los bosques riojanos donde están los leñadores, los trabajadores de la madera y en el camino encuentra un cortejo de trabajadores y sus familiares y llevan en angarillas un cadáver de un trabajador muy joven muerto por el Mal de Chagas que lo llevan en angarillas para sepultarlo en el cementerio de la zona. Entonces el Obispo detiene el auto, todos se detienen y él les pregunta: «¿a dónde lo llevan?». «Lo llevamos a enterrar al cementerio» Y el Obispo pregunta: «Y cómo, ¿no tienen ataúd?» La gente baja la mirada al suelo y avergonzados dicen: «No tenemos dinero, señor Obispo». Y el Obispo los acompaña, bendice al muerto, de acuerdo al rito católico, es enterrado, y vuelve a la capital de La Rioja y ese domingo en la misa de diez dice un sermón que le costará la vida. Él cuenta este episodio del encuentro con los leñadores que volteaban árboles, las mejores maderas de La Rioja que se exportan para hacer muebles y se exportan hacia Europa, y señala y dice: «¡Qué pecadores que somos que ni siquiera en nuestra tierra los trabajadores de la madera, de la leña, de los árboles, pueden tener un ataúd para los hombres de trabajo, para sus compañeros de trabajo». Y estaban en primera fila el brigadier Aguirre, el coronel Pérez Bataglia con sus familias. El brigadier Aguirre se levanta y dice: «Señor Obispo hemos venido a escuchar la santa misa y no a escuchar discursos políticos» Y es entonces cuando Angelelli indignado toma la actitud bíblica y lo expulsa del templo, expulsa a los mercaderes del templo y le dice: « Usted deje el templo que usted no pertenece a nuestra religión» Esto lo dice justo delante de la familia de los militares, y que se retiran todos.
El jueves siguiente son asesinados estas hermosas figuras que son estos curas de Angelelli, Gabriel Longeville, francés, Juan de Dios Murias, son buscados, sacados, secuestrados y aparecen asesinados junto a las vías, y también Wenceslao Pedernera, un criollo, hombre que ayudaba a los curas, hombre de profunda fe cristiana que también es asesinado con ellos. Es realmente conmovedor ver las tumbas de estos tres mártires asesinados antes que el Obispo.
Y es ahí donde el Obispo comienza la averiguación de los hechos. Va a Chamical, el lugar donde estos curas tenían su capilla junto a las monjas que los ayudaban. El Obispo va a visitar a las monjas. Ellas me han descrito esa última mañana. Pasa la noche recogiendo datos, los pone todos en una carpeta con todas las declaraciones que ha ido juntando sobre el asesinato de sus dos curas y de Wenceslao Pedernera. Pone la carpeta en el asiento de atrás del auto cubierta por una manta. Me contaron las dos monjas que no quiso almorzar, sólo comió higos frescos, y partió con ese joven cura, un cura nuevo, el cura Pinto que lo acompañará. Al llegar a Punta de los Llanos ocurre lo que ya han relatado los compañeros acá: es asesinado el Obispo.
Yo he descrito, porque nosotros queríamos hacer un film, a la usanza de la Patogonia Rebelde, con la figura de Angelelli, y lo íbamos a hacer con Olivera en el año 1988, después, desgraciadamente no se consiguió el dinero para hacerlo, pero creo que es un gran film que nos espera acá en Argentina, hacer esta figura. Yo he descrito también con el testimonio del Padre Pintos cómo fue este último momento, que ya describió muy bien este riojano que está aquí al lado mío (De Leonardis) y digo (justamente esa es la escena final): «La ruta está vacía, es la hora de la siesta y no se ve ni un alma, ni siquiera algún chango a orillas del camino. El llano aparece amenazante en su total soledad. La camioneta va a mediana velocidad. El Padre Pintos desde el asiento de acompañante mira hacia atrás. No hay nadie. La ruta infinita. Nada. Reverberos de luz. Y de pronto el Obispo desde el volante le susurra al Padre Pintos: ‘¿Y qué quiere éste?’ El cura Pintos mira con un hilo de terror en la espalda que repentinamente tienen al lado a un auto que marcha a su misma altura y dirección que ellos. Alcanza a ver a un chofer desdibujado que se les mete delante como empujándolos para el costado, cerrándoles el paso. El Obispo previendo el choque intenta una frenada y desvía la camioneta que comienza a dar tumbos en la banquina. Luego, sólo el ruido del viento suave al pasar por entre los pastos y el polvo reflejado por el sol. Se oyen pasos, un abrir de puertas y el arrastrar de un cuerpo. Sólo sonidos en el polvo. No hay imagen de lo que ocurre. Segundos después, unos golpes contra algo óseo. La imagen desde arriba muestra la ruta y en el medio de ella un hombre con sotana con los brazos abiertos en cruz sobre el medio de la calzada. Un hilo de sangre se ha ido vertiendo hasta la banquina. Un hombre crucificado en la ruta. Es el Padre Obispo.
La imagen se eleva una vez más y muestra toda la inmensa soledad de ese hombre en medio del paisaje árido y desolado de los llanos riojanos. El alma del Padre Obispo quedará para siempre impreso en el paisaje. Aparecerá sin espacio en una carreta de bueyes en los caminos altos de los cerros (hay una hermosa fotografía del Obispo al lado de una riojana en una carreta con bueyes); o por sobre las cumbres apoyándose con un bastón hecho de una rama (como también está fotografiado); o por un sendero andando en burro; o de pronto en una punta de los llanos con su sotana azotada por el viento; se lo verá irse por la espalda o aparecer de frente. El Padre Obispo no morirá para los riojanos humildes. Estará permanentemente presente para los lugareños y se aparecerá a los viajeros, igual que aquel Chacho Peñaloza del siglo pasado que se reveló con sus montoneros contra los poderosos. La silueta del Padre Obispo aparecerá en los amaneceres lechosos de niebla, o a la luminoso hora de la siesta, o al atardecer, cuando los hacheros y mineros regresan a sus ranchos.
Osvaldo Bayer es historiador y escritor argentino
Fuente: www.desaparecidos.org