jueves, 12 de noviembre de 2009

La mirada de Jesús: él ve la fe de la comunidad

Mc 2,1-12:

Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Esta blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?".
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'tus pecados te son perdonados', o 'levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos.
La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual"


Si nos imaginamos la escena, podremos palpar el clima creado cuando, en plena enseñanza de Jesús, anunciando la Palabra, desde el techo es descolgado el paralítico... Y aún más, el pasaje nos dice que Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Jesús ve la fe de esos hombres, y por esa fe perdona los pecados al paralítico. Aún sin que éste se lo pida. Es seguro que Jesús vio también en el corazón del paralítico esa fe en su misericordia, pues de lo contrario no hubiese aceptado ser llevado allí, en medio de la gente, en contra de su voluntad.

El perdón de los pecados es una realidad espiritual que no puede verse a simple vista e inmediatamente. Sin embargo Jesús sí ve esa necesidad y responde prioritariamente a ella. No queda indiferente, "ve", pronuncia su Palabra eficaz, y se realiza el perdón -la salvación- en el corazón del paralítico. Este es salvado, alcanzado por la misericordia.

Los cuatro hombres que descolgaron al paralítico hacen su misión: llenos de fe, ponen a los pies de Jesús a este hombre necesitado de la Gracia. ¡Qué hermosa misión! Jesús colma sus expectativas ¡con creces!

En el marco del anuncio de la Palabra, este hecho lejos de interrumpir o distraer, no hace más que hacer eficaz esa Palabra que Jesús sigue anunciando: Él vino a proclamar la Buena Noticia de que Dios perdona, realiza la misericordia, aquí, ahora.
Lo que Jesús está enseñando, queda patente y condensado, hecho carne en el corazón del paralítico... ¡pero también en los que están presentes!

Lo que Jesús auncia, se realiza eficazmente, se personaliza. Y es que ante tamaña manifestación se origina en el corazón de todos una necesidad de tomar posición en la fe: o se acepta la Palabra anunciada por Jesús -con sus consecuencias-, o se reniega de él -también con sus consecuencias-.
Ésto es lo que piensan los escribas. Ellos conocen perfectamente la Palabra de Dios... pero parece que quieren retenerla encadenada y estéril: no pueden tolerar que "otro", que "vino de afuera", donde "nosotros hace tantos años que estamos", y que "lo sabemos todo", se ponga a hacer cosas raras...
Jesús ve también el corazón de los que no creen en él, y, así como respondió a la fe de los hombres junto con el paralítico, también responde al corazón de estos escribas. La ceguera les impedía reconocer y aceptar que Dios está obrando a través de la Palabra de Jesús. Para que los ciegos puedan ver, Jesús confirma con un signo visible lo que ya ha realizado de manera invisible: sana a quien ha salvado.

Cuando Jesús sana/salva al paralítico, quiere sanar/salvar a todos. La sanación desencadena un proceso lleno de riqueza de significado en el corazón de los testigos: una ruptura existencial integral con todo lo que signifique relación con Dios, los demás y el mundo. Es el proceso de la sanación/salvación/conversión/novedad de vida.
No lo sana para demostrar su poder, ni para demostrar que él es Hijo del hombre. El sana porque es el Hijo del hombre, y es compasivo y misericordioso. No lo sana para demostrar que es el Mesías, sino porque es el Mesías. Ha encontrado en el sufrimiento, en la angustia del paralítico ayudado por la comunidad de fe, el lugar preciso para que se manifieste su misericordia y se encarne su Palabra salvadora.

La respuesta del paralítico, al pie de la letra del mandato que Jesús le acaba de dar -Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa- refleja la obediencia de la fe, ahora del paralítico. Quien había estado postrado, "se levantó enseguida, tomó su camilla y salió 'a la vista de todos'". Tuvo que vencer seguramente muchas resistencias, pero sin duda prevaleció la Palabra del Hijo del hombre.

Ahora, este nuevo hecho también desencadena en los demás una toma de posición. La Palabra se ha anunciado -y realizado- también en la gente: Ésta "quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: 'nunca hemos visto nada igual'". Esta gente queda colmada de gozo y alegría. Reconocen la presencia, la acción de Dios. El Señor está aquí, se ha hecho presente, se ha manifestado.

Son testigos. Podrán decir: "nosotros hemos visto y oído lo que el Señor ha hecho", sanando la ceguera y la sordera. Ahora podrán ver la Voluntad del Señor y escuchar su Palabra.

Aquellos que "ven" la maravillosa eficacia de la Palabra de Dios que sana/salva, son también sanados/salvados. Ya no son "ciegos", sino que comienzan a ver que el Reino de Dios ha llegado, está presente y suscita una nueva realidad: "Nunca hemos visto nada igual". Pueden alabar y glorificar a Dios.

¡Qué distintas respuestas ante un mismo hecho!

Los escribas quedan llenos de odio y resentimiento, se sienten celosos de su lugar, de su seguridad y posición religiosa -la que sienten amenazada-.
Se desencadena en ellos murmuraciones, trampas, planes para quitar de en medio a Jesús, se endurecen más sus corazones... mientras la gente sencilla exulta de gozo y alegría, glorificando a Dios, porque han encontrado lo que tanto buscaron a lo largo de la vida: al verdadero Dios de la Vida, que se ha manifestado en el Corazón de Jesús.

También hoy cuando verdaderamente anunciamos y creemos en la Palabra de Jesús, éste actúa con misericordia y eficacia. Porque es Su Palabra, es Su deseo, es Su misión, es Su Reino, es Su amor el que sana, libera, salva, convierte, suscita alegría y esperanza.

Y también hoy su Palabra encuentra resistencia en los "escribas" actuales, que todo lo saben, todo lo conocen, que hace tantos años se acostumbraron a ocupar un lugar de privilegio pretendiendo exclusiva mediación eclesial o teologal, y que están totalmente ciegos negándose a reconocer que el Hijo del hombre vino verdaderamente a sanar/salvar...
También hoy estos escribas se refugian en proyectos, en estructuras pastorales, planificaciones, guiones -que están tan bien hechos que duran muchos años siempre iguales-, subsidios, costumbres hechas ritos inamovibles...
"Saben" lo que dice la Palabra, pero si fuera por ellos, no sería necesaria su existencia, ya que la han reemplazado por su propia ideología, por más religiosa que sea. Están seguros de sus "decálogos", "proyectos", "idearios", "consejos", etc... porque eso sustenta sus oscuros deseos de poder...
También hoy los carcomen los celos: están convencidos de que Dios no puede actuar fuera del marco impuesto. Dios no puede actuar en otros, que "no están preparados" -como ellos-. Y cuando lo hace, todo lo juzgan de acuerdo a sus propios criterios. Se han erigido en punto de referencia de la verdad hasta el punto de negar lo evidente y llamar mal al bien, error a la verdad, y "celo pastoral" al celo enfermizo enraizado en sus corazones.
También hoy repetirán la historia: murmurarán, perseguirán, denunciarán, condenarán, expulsarán, y si pudieran, eliminarían a quien atente contra la ideología que sustenta sus privilegios y a la que consideran su compromiso religioso...

Jesús sana también hoy el corazón de los testigos.
¡Cuántos se han acercado al Señor e incluso han sido sanados/salvados al ver cómo Jesús con su Palabra sana/salva y libera! ¡Con cuánta alegría, y glorificando a Dios reconocen la presencia del Reino y su vida comienza a cambiar, a partir del testimonio vivo de los hermanos sanados/salvados!
Éste es el sentido de dar testimonio: ser canal de eficacia de la Palabra anunciada, proclamación gozosa del Señor Jesús ¡que vino a salvar y no a condenar!

P. Atilio Luis Bruno scj

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