lunes, 12 de diciembre de 2016

Alégrate, María de Guadalupe, Madre de América, Llena de Gracia! Tú, que eres nuestra Madre, cúbrenos con tu sombra, salud nuestra, abríganos en tu regazo y muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre!

 “¿Qué hay, hijo mío el más pequeño? ¿Adónde vas?”
¿Se apenó él un poco o tuvo vergüenza, o se asustó?. 
Juan Diego se inclinó delante de ella; y le saludó, diciendo: 
“Niña mía, la más pequeña de mis hijas. Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿Estás bien de salud, Señora y Niña mía? 
Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo, mi tío; le ha dado la peste, y está para morir. Ahora voy presuroso a tu casa de México a llamar uno de los sacerdotes amados de Nuestro Señor, que vaya a confesarle ydisponerle; porque desde que nacimos, venimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. 
Pero si voy a hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname; tenme por ahora paciencia; no te engaño, Hija mía la más pequeña; mañana vendré a toda prisa”. 
Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima Virgen: 
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? 
No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro que ya sanó”

No hay comentarios:

Publicar un comentario