jueves, 29 de octubre de 2009

2. La Confianza

Amice, commoda mihi tres panes [Amigo, préstame tres panes] Lc 11,5.
Pidamos a María y a José estos tres panes: la fe, la confianza y el amor. No nos los negarán, porque a un amigo que pide con insistencia no se le niega nada.
Tenemos necesidad de confianza, que es el manantial del abandono, tan necesario en nuestra vocación. Nos hace falta una confianza filial, que no es defraudada ni siquiera en las pruebas.
¿Qué tememos? Jesús, María y José son nuestra salvaguardia, nuestros protectores; son como un amparo, una muralla para nuestras almas, para nuestras casas, para nuestra obra.
¿Podemos dudar de la bondad de Jesús, de su solicitud, de su misericordia? Él, que se hizo hombre por nosotros y que murió por nosotros, ¿descuidará lo que pueda sernos provechoso? Es para nosotros como una madre. Quomodo si mater blandiatur, ita ego consolabor vos [Como un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo] (Is 66,13).
Y podría abandonarnos María, que nos ha adoptado en la persona de san Juan al pie de la cruz?
San José es también un padre para nosotros, un padre amante, vigilante y solícito.
Tenemos a Jesús, a María y a José, ¿qué podemos temer? Confiémosles nuestras almas, nuestras casas, nuestras obras. Sus imágenes están en nuestras casas, sus nombres en nuestros labios y en nuestros corazones; no temamos nada, estamos bien guardados.
Tengamos confianza, incluso en las pruebas.
El Señor parece dormir algunas veces, deja que se levante la tempestad; pero vela e interviene en el momento oportuno. Permite las pruebas, que son útiles e incluso necesarias para nuestra santificación y para el progreso de nuestras obras.
El Señor las hará redundar en nuestro provecho. Pongamos en Él toda nuestra confianza.
In te, Cor Iesu, speravi, non confundar in aeternum [Yo he esperado en ti, Corazón de Jesús; jamás seré defraudado].
P. Leon Dehon, Directorio Esprititual SCJ, N 157

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