sábado, 31 de julio de 2010

San Ignacio de Loyola: Reglas de Discreción de espíritus

Primeras reglas de discreción de espíritus


La primera regla: en las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados, en las cuales personas el buen espíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las consciencias por el sindérese de la razón [314].

La segunda: en las personas que van intensamente purgando sus pecados y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo, es el contrario modo que en la primera regla; porque entonces proprio es del mal espíritu, morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones, para que no pase adelante; y proprio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos impedimentos, para que en el bien obrar proceda adelante [355].

(Es decir, el mal espíritu siempre busca que la persona permanezca en la situación de pecado: dándole una sensación falsa de alegría e insatisfacción permanente que busca saciar cuando se encuentra en pecado, y al contrario, generando tristeza e impedimentos o escrúpulos de todo tipo para impedir la conversión cuando la persona se decide a seguir a Cristo. Por el contrario, el Espíritu Santo pone inquietud y el dejo de vacío y tristeza cuando la persona se encuentra en pecado, para que abandone éste, y cuando se decide a la conversión concede gozo, paz, alegría, confirmando el camino.)

La tercera de consolación espiritual: llamo consolación cuando en el ánima se causa alguna moción interior, con la cual viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y consequenter cuando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra, puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. Asimismo cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, ahora sea por el dolor de sus pecados, o de la pasión de Cristo nuestro Señor, o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quietándola y pacificándola en su Criador y Señor [316].


La cuarta de desolación espiritual: llamo desolación todo el contrario de la tercera regla; así como oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste, y como separada de su Criador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación [317].

– La quinta: en tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar [318].

– La sexta: dado que en la desolación no debemos mudar los primeros propósitos, mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma desolación, así como es en instar más en la oración, meditación, en mucho examinar, y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia [319].

– La séptima: el que está en desolación, considere cómo el Señor le ha dejado en prueba en sus potencias naturales, para que resista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha abstraído su mucho fervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole, sin embargo, gracia suficiente para la salud eterna [320].

– La octava: el que está en desolación trabaje de estar en paciencia. que es contraria a las vejaciones que te vienen, y piense que será presto consolado, poniendo las diligencias contra la tal desolación, como está dicho en la sexta regla [321].

– La nona: tres causas principales son por que nos hallamos desolados: la primera es por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así por nuestras faltas se aleja la consolación espiritual de nosotros; la 2ª por probarnos para cuanto somos, y en cuanto nos alargamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y crecidas gracias; la 3ª por darnos vera noticia y conocimiento para que internamente sintamos que no es de nosotros traer o tener devoción crecida, amor intenso, lágrimas ni otra alguna consolación espiritual, mas que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y porque en cosa ajena no pongamos nido alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o gloria vana, atribuyendo a nosotros la devoción o las otras partes de la spiritual consolación [322].

– La décima: el que está en consolación piense cómo se habrá en la desolación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas para entonces [323].

– La undécima: el que está consolado procure humillarse y abajarse cuanto puede, pensando cuán para poco es en el tiempo de la desolación sin la tal gracia o consolación. Por el contrario piense el que está en desolación, que puede mucho con la gracia suficiente para resistir a todos sus enemigos, tomando fuerzas en su Criador y Señor [324].

– La duodécima: el enemigo se hace como mujer en ser flaco por fuerza y fuerte de grado: porque así como es proprio de la mujer, cuando riñe con algún varón, perder ánimo, dando huida cuando el hombre le muestra mucho rostro; y por el contrario, si el varón comienza a huir perdiendo ánimo, la ira, venganza y ferocidad de la mujer es muy crecida y tan sin mesura: de la misma manera es proprio del enemigo enflaquecerse perder ánimo, dando huida sus tentaciones cuando la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo haciendo el oppósito per diametrum: y por el contrario, si la persona que se ejercita comienza a tener temor a perder ánimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la haz de la tierra como el enemigo de natura humana, en prosecución de su dañada intención con tan crecida malicia [325].

– La terdécima: asimismo se hace como vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto: porque así como el hombre vano, que hablando a mala parte requiere a una hija de un buen padre, o a una mujer de buen marido, quiere que sus palabras y suasiones sean secretas; y el contrario le displace mucho, cuando la hija al padre o la mujer al marido descubre sus vanas palabras e intención depravada, porque fácilmente collige que no podrá salir con la impresa comenzada: de la misma manera, cuando el enemigo de natura humana trae sus astucias y suasiones a la ánima justa, quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto; mas cuando las descubre a su buen confesor o a otra persona spiritual, que conozca sus engaños y malicias, mucho le pesa; porque collige que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser descubiertos sus engaños manifiestos [326].

– La quatuordécima: asimismo se hace como un caudillo para vencer y robar lo que desea; porque así como un capitán y caudillo del campo, asentando su real y mirando las fuerzas o disposición de un castillo, le combate por la parte más flaca; de la misma manera el enemigo de natura humana, rodeando mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardinales y morales; y por donde nos halla más flacos y más necesitados para nuestra salud eterna, por allí nos bate y procura tomarnos [327].


Segundas Reglas de discreción de espíritus


– La primera: proprio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación, que el enemigo induce; del cual es proprio militar contra la tal alegría y consolación espiritual, trayendo razones aparentes, sotilezas y asiduas falacias [329].

– La segunda: sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación a la ánima sin causa precedente; porque es proprio del Criador entrar, salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad. Digo sin cauta, sin ningún previo sentimiento o conocimiento de algún objeto, por el cual venga la tal consolación mediante sus actos de entendimiento y voluntad [330].

– La tercera: con causa puede consolar al ánima así el buen ángel como el malo, por contrarios fines; el buen ángel por provecho del ánima, para que crezca y suba de bien en mejor; y el mal ángel para el contrario, y adelante para traerla a su dañada intención y malicia [331].

– La cuarta: proprio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, (bajo apariencia de ángel de luz, es decir, disfrazado de espíritu bueno) entrar con la ánima devota y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y después poco a poco procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones [332].

– La quinta: debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien señal es de buen ángel; mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distractiva, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna [333].

– La sexta: cuando el enemigo de natura humana fuere sentido y conocido de su cola serpentina y mal fin a que induce, aprovecha a la persona que fue de él tentada, mirar luego en el discurso de los buenos pensamientos que le trajo, y el principio de ellos, y cómo poco a poco procuró hacerla descender de la suavidad y gozo spiritual en que estaba, hasta traerla a su intención, depravada; para que con la tal experiencia conocida y notada, se guarde para adelante de sus acostumbrados engaños [334].

– La séptima: en los que proceden de bien en mejor, el buen ángel toca a la tal ánima dulce, leve y suavemente, como gota de agua que entra en una esponja; y el malo toca agudamente y con sonido e inquietud, como cuando la gota de agua cae sobre la piedra; y a los que proceden de mal en peor, tocan los sobredichos espíritus contrario modo; cuya causa es la disposición del ánima ser a los dichos ángeles contraria o símile; porque cuando es contraria, entran con estrépito sensible y perceptiblemente; y cuando es símile, entra con silencio como en propia casa a puerta abierta [335].

– La octava: cuando la consolación es sin causa, dado que en ella no haya engaño per ser de solo Dios nuestro Señor, como está dicho, pero la persona espiritual, a quien Dios da la tal consolación, debe con mucha vigilancia y atención, mirar y discernir el proprio tiempo de la tal actual consolación, del siguiente en que la ánima queda caliente, y favorecida con el favor y reliquias de la consolación pasada; porque muchas veces en este segundo tiempo por su proprio discurso de hábitos y consecuencias de los conceptos y juicios o por el buen espíritu o por el malo forma diversos propósitos y pareceres, que no son dados inmediatamente de Dios nuestro Señor; y por tanto han menester ser mucho bien examinados, antes que se les dé entero crédito ni que se pongan en efecto [336].

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