sábado, 14 de mayo de 2011

Quien ama no hiere


Noviazgos violentos
Quien realmente ama no hiere

Por Joaquín Rocha

(Tomado de "Revista On Line San Pablo"
http://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=3451)

Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación

joacorocha05@yahoo.com.ar


“Lo que se obtiene con violencia
solamente se puede mantener con violencia”
Mahatma Gandhi

Datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) arrojan sorprendentemente que 3 de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo. Portal que se abre para que, después, muchas mujeres sufran maltrato en el matrimonio.
Esto no es dominio de una clase social, tal vez, sí de algún tipo de cultura, donde aún la mujer se considera objeto de uso. Vale para nuestro país (solo basta una visita al interior), tanto como para Latinoamérica en su totalidad. La violencia basada en el género constituye una de las principales manifestaciones de violación de derechos humanos en el mundo.
“¿Qué es la violencia? Según el diccionario de la Real Academia Española: (Del lat. violentĭa) Cualidad de violento. Como no me quedé conforme con esta explicación, seguí investigando: ¿qué es ser violento? Con sorpresa, encontré ocho definiciones de las cuales elegí tres que se adecuan a lo que deseo desarrollar en este artículo: 1.Que está fuera de su natural estado, situación o modo. 2. Que se hace contra el gusto de uno mismo, por ciertos respetos y consideraciones. 3. Que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia.
¿Pueden estas definiciones describir la violencia o un acto de violencia y sus derivados? Es evidente que no. El problema de la violencia es más amplio de lo que creemos y no siempre ajeno a nosotros. Cada uno, a su manera, sabe que aquello que nos daña o nos paraliza es violencia. Sin embargo, a pesar de eso, vivimos tan inmersos en la violencia, que, a veces, no llegamos a distinguir lo que es violento de lo que no lo es. Una mirada hiere tanto como un golpe. La violencia se promueve de diferentes maneras y en distintos sectores de la sociedad: violencia doméstica, violencia política, violencia socio-económica, violencia cultural...” (1)
Para encuadrarnos en el noviazgo, la violencia en la relación de pareja está dada por toda acción, actitud, conducta que produce una herida tanto física como emocional o sexual, con el objetivo de dominar y mantener un control sobre la otra persona, sea mujer o varón.
Ataques a la autoestima a través de insultos, manipulaciones, especulaciones, chantajes, y/o agresión física son los distintos recursos que se utilizan para alcanzar el fin deseado: la destrucción del otro/a como persona diferente de uno.
“A consecuencia de las políticas socioeconómicas deficientes, se ha originado un deterioro tanto económico como social. La inestabilidad laboral, la falta de seguridad, de justicia y la influencia de los medios de comunicación, que se empeñan en difundir mensajes violentos, podrían ser el disparador del aumento de la rebeldía, del desacato de las normas de conducta y de la deserción en el alumnado. Actualmente, cualquier joven o niño puede presenciar un sinfín de asesinatos cómodamente instalado en su cuarto, por no hablar de las imágenes morbosas, pobladas de cadáveres y cuerpos descuartizados, de los noticieros o de los video-juegos, en los que gana el que vuela a tiros más cabezas de seres humanos”. (2)
Al principio, no hay una conciencia de lo que se está padeciendo, dado que se juegan distintas variables que impiden ver el camino que va tomando la relación. El adolescente necesita ser tenido en cuenta por el otro, y el “estar enamorado” no le permite mirar objetivamente la violencia que se está imprimiendo en el vínculo. La idealización de la pareja actúa como venda en los ojos y en el pensamiento. A ello hay que sumarle la falta de concretización de una identidad personal, la baja autoestima y la autodesvalorización, trayendo, como consecuencia, que esta sea la edad más vulnerable frente a la violencia.
El silencio es “el” cómplice esencial en estas situaciones, ya sea porque se juzga como un comportamiento normal o se espera que se produzca algún cambio y que la tensión no aumente. La realidad nos dice que, detrás de todo esto, el miedo y la vergüenza a la denuncia han anidado.
“Los empujones, los tirones de pelo, las cachetadas, las burlas o los insultos son conductas violentas que, no obstante, se presentan más de lo pensado entre las/os adolescentes y, en general, pasan inadvertidas o se las interpreta como juegos o expresiones de afecto. Pero la repetición de este tipo de comportamientos es la característica de una relación violenta.
De la misma manera, entre las/os adolescentes, es muy frecuente, también, el maltrato emocional, cuyos indicadores son amenazas de terminar la relación, acusaciones, descalificaciones y/o celos excesivos. En estos casos, el problema puede ser más difícil de resolver, porque, al no haber golpes físicos, las adolescentes no perciben que están viviendo una relación violenta, y muchas identifican esas conductas como indicadores de cariño”. (3)
Es muy probable que el agresor tenga antecedentes de violencia en su familia: inicia con la violencia psicológica, después pasa a la física y luego, a la sexual.
Nada comienza de la nada. Siempre aparecen signos que se deben considerar: el control sobre las actividades, sobre los vínculos amistosos y filiales, la crítica a la manera de ser, vestir, comportarse o hablar, desvalorización frente a los demás, amenazas veladas y reales, la incomunicación frente al conflicto, presión para practicar el acto sexual, agresiones físicas desde el empujón hasta la cachetada.
Si esto se manifiesta más de una vez, se está ante un caso de violencia que debe ser detenido y atendido.
Con el tiempo, la persona agredida cae en una depresión que puede llevar al suicidio. Los trastornos alimenticios, insomnio, adicciones, fracaso escolar o deficiente rendimiento laboral, aislamiento son algunas de las consecuencias de permanecer en una relación violenta.
Las conductas violentas no son signo de sanidad en una pareja, sino de enfermedad. No la enriquecen ni la estimulan. La patología está presente.
Nadie tiene el derecho de doblegar a otro y menos en nombre del amor.
Siempre se está a tiempo de alejarse, de pedir ayuda a un adulto o a un profesional especializado y, en última instancia, denunciar.
Quien realmente ama no hiere.

(1)
Las máscaras de la violencia, Joaquín Rocha y otros, Buenos Aires, San Pablo.

(2)
Las máscaras de la violencia
, Joaquín Rocha y otros, Buenos Aires, San Pablo.
(3) Noviazgos Violentos, Sandra Barilari, 2009.


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