martes, 12 de febrero de 2013

Cuaresma


MIÉRCOLES DE CENIZA
LA PENITENCIA DE CUARESMA
Comentarios del pbro. Mons. Luis H. Rivas
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 1-6. 16-18
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
****
Para la Iglesia no hay celebración más importante que la de Pascua. Por eso la prepara de una manera excepcional, durante un período que dura cuarenta días. De ahí el nombre de "cuaresma".
Cuarenta días antes del domingo de Ramos - en un día que coincide con un miércoles - damos comienzo a esa preparación. Este día se llama tradicionalmente "Miércoles de ceniza", por­que en él se bendice y se impone ceniza sobre la cabeza de los fieles que concurren a la Iglesia. Es una jornada de especial austeridad, y todos los católicos que tienen entre dieciocho y cincuenta y nueve años cumplidos están obligados a observar la ley del ayuno, y todos los mayores de catorce años no pueden comer carne o deben realizar alguna otra obra penitencial.
La Iglesia impone estas obligaciones en este primer día del tiempo de Cuaresma, pero se nos aconseja a todos que durante este período anterior al domingo de Pascua mantengamos el mismo espíritu de penitencia y recogimiento.
La costumbre de bendecir e imponer la ceniza a los fieles proviene de la época en que los pecadores públicos se disponían durante estos días, mediante una intensa penitencia, a recibir la absolución el jueves santo. Los que habían cometido delitos co­nocidos por todos, concurrían a la Iglesia y en presencia de toda la comunidad recibían la ropa que significaba su estado de penitentes: una túnica de tela grosera, como arpillera, y ceniza sobre su cabeza y sus ropas. Colocarse ceniza sobre la cabeza es signo de gran humillación, porque todos cuidamos el cabello, lo peinamos y tal vez lo perfumamos, tratamos de llevar la cara limpia, y las mujeres además suelen embellecerla por medio de cosméticos. Si en vez de todo esto nos ponemos ceniza, esta­mos afeando lo que llevamos con más orgullo y cuidado.
El sacerdote, al ponernos la ceniza sobre la cabeza, nos dice algunas palabras tomadas de la Biblia. Pueden ser las que Dios dijo al hombre después del primer pecado, y que nos recuerda nuestra condición de mortales: "de polvo eres y al polvo volve­rás". También pueden ser las de la primera predicación de Je­sús y que nos introducen en el espíritu que tiene que dominar durante toda la cuaresma: "Conviértete y cree en el Evangelio".
LAS PRÁCTICAS DEL TIEMPO DE CUARESMA
Actualmente todos nos presentamos como pecadores públi­cos y recibimos nuestro hábito penitencial. De esta forma co­menzamos nuestra preparación, para que cuando lleguen los días más solemnes, que son los que llamamos "la Semana Santa", nos encuentren bien dispuestos.
La ceniza que aceptamos sobre nuestra cabeza es un com­promiso de cambiar nuestra vida antes de la Semana Santa, como hacían los antiguos pecadores públicos.
La primera práctica que tenemos en vista es la de la conver­sión, que significa "cambiar de mente", "cambiar nuestra forma de pensar". Es un cambio de camino, dejar el equivocado para tomar otro de acuerdo con el Evangelio.
Junto a esta práctica, que es la principal, la Iglesia nos propo­ne otras, a partir del Evangelio, que a su vez son como un cami­no para conseguir la primera: la limosna, la oración y el ayuno.
Estas tres prácticas son las tradicionales de la piedad del pueblo judío, y que ya ocupaban un lugar privilegiado en la reli­giosidad del tiempo de Jesús.
El evangelio de san Mateo, escrito para una comunidad judeo­cristiana, dedica un espacio del sermón de la montaña para ins­truir sobre la forma de realizar estas tres prácticas tradicionales, al mismo tiempo que corrige algunos defectos.
En cada caso el evangelio se preocupa por la realización en secreto de estas prácticas religiosas. Tiene en vista a aquellos que las hacen solamente para ser vistos por la gente y recibir elogios y aplausos.
No seamos tan literalistas que lleguemos a pensar que nunca podemos dar limosna, rezar o ayunar si alguien se puede enterar de nuestro gesto. El mismo Jesús, que aquí aparece diciendo estas cosas, en otras partes del evangelio aparece rezando en presencia de otras personas, y mandando a sus discípulos que pongan sus buenas obras a la vista de todos para que así los hombres glorifiquen al Padre. Lo que quiere decir el evangelio es que no debemos hacer las obras de piedad con la intención de que nos vean y nos aplaudan.
Si evitamos esta mala intención, debemos hacer las obras piadosas sin dar importancia al hecho de que los demás las vean o no.
LA LIMOSNA, LA ORACIÓN Y EL AYUNO
Para lograr nuestra conversión se nos recomienda en primer lugar practicar la limosna, la oración y el ayuno. Cuando habla­mos de limosna, no pensemos en una moneda dada de lo que nos sobra. Limosna significa ‘misericordia’. La Iglesia antigua entendía que era privarse de algo para dar al que necesitaba, y por eso siempre iba unida al ayuno: un día sin comer para poder dar al que no tiene nada. Un Papa de los primeros siglos acon­sejaba a los fieles: "Hágase de la abstinencia de los fieles el alimento de los pobres, y lo que cada cual sustrae de su alimen­tación, aproveche al necesitado".
Por eso el ayuno y la abstinencia son una forma privilegiada de la conversión. Nos hacen salir de nosotros mismos para ocu­parnos de las necesidades del prójimo. Mediante la limosna de­jamos de pensar sólo en nosotros para fijar nuestra atención en las necesidades que están padeciendo otros hermanos nuestros, y tratamos de compartir. En vez de acumular para nosotros, o adquirir lo superfluo, tratamos de remediar las carencias de los que reciben un salario que no les alcanza para comprar los ali­mentos necesarios o cubrir los gastos de cada día, o nos hace­mos cargo de las necesidades de quienes no tienen trabajo, o por la edad o la enfermedad ya no pueden trabajar.
El ayuno no es una práctica que realizamos por conveniencia para nuestra salud, ni para adquirir mayor dominio sobre noso­tros mismos, como hacían los antiguos filósofos. Para un cristia­no el ayuno debe ir acompañado de la limosna: privarse del ali­mento para darlo a quien no lo tiene. Al mismo tiempo es elegir una forma de solidaridad con el pobre, padeciendo voluntaria­mente lo que él tiene que padecer diariamente por necesidad. A quienes buscamos siempre el bienestar, la práctica del ayuno nos saca de nosotros mismos para colocarnos en la condición del prójimo y nos ofrece otro camino de conversión.
___________________________________________________________________

Evidentemente, todas estas prácticas cobran pleno sentido si están enraizadas en el amor, tal como lo dice el Apóstol en 1Cor 13.  
Quiero saludar a todos en este comienzo de Cuaresma, en especial a los hermanos con quienes compartimos a lo largo de estos últios tiempos, encuentros y retiros. 
Quiero agradecer a todos los que hicieron posible dichos encuentros.  Y, por supuesto, invitarlos a compartir testimonios personales de los mismos, para que brille la gloria de Dios. Ojalá sean muchos quienes se animen a compartir su experiencia. Muchas veces vemos los frutos luego de los retiros, con el correr de los días.
Que el Señor los bendiga a todos. Los saludo a la espera de novedades y buenas noticias
P. Luis

No hay comentarios:

Publicar un comentario