domingo, 13 de mayo de 2012

Ave María

Totus tuus ego sum,
et omnia mea tua sunt.
Accipio Te in mea omnia,
praebe mihi cor tuum.

Todos saben que el lema que Juan Pablo II es­cogió antes de su or­de­na­ción epis­copal es Totus tuus. El fu­turo Papa tomó estas pa­la­bras de la ora­ción de un gran santo ma­riano, Luis María Grignon de Montfort. Pues bien, el Papa no sólo re­zaba cada día aquella ora­ción, sino que es­cribía un pa­saje de ella sobre cada pá­gina de los textos au­tó­grafos de sus ho­mi­lías, de sus dis­cursos, de sus en­cí­clicas, en la parte su­pe­rior de­recha de la hoja. En la pri­mera pá­gina ponía el inicio de la ora­ción: Totus tuus ego sum, “Yo soy todo tuyo”; en la se­gunda, Et omnia mea tua sunt, “Y todas mis cosas son tuyas”; en la ter­cera, Accipio Te in mea omnia, “Te acojo en todas mis cosas”; en la cuarta, Praebe mihi cor tuum, “Dame tu co­razón”. Y así pro­se­guía en cada pá­gina, re­pi­tiendo, si era ne­ce­sario, cada in­vo­ca­ción, hasta el fin del texto. En los ar­chivos de la Secretaría de Estado se en­cuen­tran miles de estas pá­ginas, donde Juan Pablo II ma­ni­festó de modo tan íntimo y con­mo­vedor su amor a la Virgen.

Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros.
Oh, Jesús mío,
perdona nuestros pecados y nuestras culpas,
líbranos del fuego del infierno,
lleva al cielo a todas las almas,
y socorre especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Amén.

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