domingo, 27 de mayo de 2012

VEN, ESPÍRITU SANTO

Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 3, 17, 1-3: SC 34, 302-306)

EL ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO
El Señor dijo a los discípulos: Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.

Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.

Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.

Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.

Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.

El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.

jueves, 17 de mayo de 2012

Novena al Espíritu Santo

Queridos hermanos en Cristo: los invito a celebrar unidos la novena al Espíritu Santo. Recordamos que empieza este viernes 18 de mayo.  Que el Señor nos unja con su Amor a todos. Amén. ¡Bendiciones!
LETANÍAS AL ESPÍRITU SANTO

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Dios, Padre Celestial,
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Promesa del Padre,
Don del Dios Altísimo,
Rayo de luz celeste,
Fuente de agua viva,
Espíritu de amor y de verdad,
Fuego abrasador,
Autor de todo bien,
Unción espiritual,
Caridad ardiente,
Espíritu de sabiduría,
Espíritu de entendimiento,
Espíritu de consejo y de fortaleza,
Espíritu de ciencia y de piedad,
Espíritu del temor del Señor,
Espíritu, que eres Caridad,
Espíritu, que eres Alegría,
Espíritu, que eres Paz,
Espíritu de gracia y de oración,
Espíritu de paz y de dulzura,
Espíritu de modestia y de inocencia,
Espíritu consolador,
Espíritu santificador,
Espíritu de adopción de los hijos de Dios,
Espíritu que gobiernas la Iglesia,
Espíritu que llenas el universo,
Conocedor de los pensamientos y de las intenciones del corazón,

Vuélvenos propicios, perdónanos, Señor.
Vuélvenos propicios, escúchanos, Señor.

De todo pecado,  … libéranos Señor
De todas las tentaciones y emboscadas del demonio,
De toda presunción y desesperación,
Del ataque a la verdad conocida,
De la envidia de la gracia fraterna,
De toda obstinación e impenitencia,
De toda negligencia e indiferencia,
De toda impureza de mente y cuerpo,
De toda mentira y error,
De todo mal espíritu,
De la muerte mala y eterna,
Por tu eterna procedencia del Padre y del Hijo,
Por la milagrosa concepción del Hijo de Dios,
Por tu unción sobre Jesucristo bautizado,
Por tu santa aparición en la Transfiguración del Señor,
Por tu llegada sobre los discípulos del Señor,
En el día del juicio,

Espíritu Santo, imprime en nosotros el horror al pecado, … te rogamos óyenos.
Espíritu Santo, ven a renovar la faz de la tierra,
Espíritu Santo, derrama tus luces en nuestra inteligencia,
Espíritu Santo, graba tu ley en nuestros corazones,
Espíritu Santo, abrásanos en el fuego de tu amor,
Espíritu Santo, abre el tesoro de tus gracias,
Espíritu Santo, enséñanos a orar como se debe,
Espíritu Santo, ilumínanos con tus inspiraciones celestiales,
Espíritu Santo, concédenos la única ciencia necesaria,
Espíritu Santo, inspíranos la práctica de las virtudes,
Espíritu Santo, haz que perseveremos en la justicia,
Espíritu Santo, sé Tú mismo nuestra recompensa,

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, envíanos tu Espíritu Santo.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, derrama en nuestras almas los dones del Espíritu Santo.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, infúndenos el Espíritu de sabiduría y devoción.

V/. Ven, oh Espíritu Santo, llena los corazones de tus hijos.
R/. Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.

OREMOS. Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones, para que gustando siempre el bien, gocemos de su consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén




Himno al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Divino,
Manda tu luz desde el Cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido;
luz que iluminas las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso en nuestros esfuerzos,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Llega hasta el fondo del alma
Divina Luz y enriquécenos.
Mira el vacío del alma
Si Tu le faltas por dentro.
Mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazon enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo.

Doma al espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero,
reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.

Por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su éxito.
Salva al que buscar salvarse
y danos tu gozo eterno.

Amen.



Secuencia

Ven, Espíritu Creador
y envía desde el Cielo
un rayo de tu luz.

Ven, Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.

Consolador lleno de bondad,
dulce huésped del alma,
suave alivio para el hombre.

Descanso en el trabajo,
templanza de las pasiones,
alegría en nuestro llanto.

Penetra con tu santa luz
en lo intimo de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda divina
no hay nada en el hombre,
nada que sea inocente.

Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez,
cura nuestras heridas,
suaviza nuestra dureza,
enciende nuestra v frialdad,
corrige nuestros desvíos.

Concede a tus fieles que en Ti confían
tus siete sagrados dones.

Premia nuestra virtud,
salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.

Amén. Aleluya

Ascensión del Señor

De los sermones de san León Magno, papa.

La Ascensión del Señor aumenta nuestra fe

Así como en la solemnidad de Pascua la Resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre.
Hemos sido establecidos y edificados por este modo de obrar divino, para que la gracia de Dios se manifestara más admirablemente, y así, a pesar de haber sido apartada de la vista de los hombres la presencia visible del Señor, por la cual se alimentaba el respeto de ellos hacia él, la fe se mantuviera firme, la esperanza inconmovible y el amor encendido.
En esto consiste, en efecto, el vigor de los espíritus verdaderamente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas verdaderamente fieles: creer sin vacilación lo que no ven nuestros ojos, tener fijo el deseo en lo que no puede alcanzar nuestra mirada. ¿Cómo podría nacer esta piedad en nuestros corazones, o cómo podríamos ser justificados por la fe, si nuestra salvación consistiera tan sólo en lo que nos es dado ver?
Así, todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles, han pasado a ser ritos sacramentales; y, para que nuestra fe fuese más firme y valiosa, la visión ha sido sustituida por la instrucción, de modo que, en adelante, nuestros corazones iluminados por la luz celestial, deben apoyarse en esta instrucción.
Esta fe, aumentada por la ascensión del Señor y fortalecida con el don del Espíritu Santo, ya no se amilana por las cadenas, la cárcel, el destierro, el hambre, el fuego, las fieras ni los refinados tormentos de los crueles perseguidores.  Hombres y mujeres, niños y frágiles doncellas han luchado, en todo el mundo, por esta fe hasta derramar su sangre.
Esta fe auyenta a los demonios, aleja las enfermedades, resucita a los muertos.
Por esto los mismos apóstoles, que, a pesar de los milagros que habían contemplado y de las enseñanzas que habían recibido, se acobardaron ante las atrocidades de la pasión del Señor y se mostraron reacios en admitir el hecho de su resurrección, recibieron un progreso espiritual tan grande de la ascensión del Señor, que todo lo que antes les era motivo de temor se les convirtió en motivo de gozo.  Es que su espíritu estaba ahora totalmente elevado por la contemplación de la divinidad, del que está sentado a la derecha del Padre; y al no ver el cuerpo del Señor podían comprender con mayor claridad qeu aquél no había dejado al Padre al bajar a la tierra, ni había abandonado a sus discípulos, al subir al cielo.
Entonces, amadísimos hermanos, el Hijo del hombre se mostró, de un modo más excelente y sagrado, como Hijo de Dios, al ser recibido en la gloria de la majestad de Padre, y, al alejarse de nosotros por su humanidad, comenzó a estar presente entre nosotros de un modo nuevo e inefable por su divinidad.
Entonces nuestra fe comenzó a adquirir un mayor y progresivo conocimiento de la igualdad del Hijo con el Padre, y a no necesitar de la presencia palpable de la substancia corpórea de Cristo, según la cual es inferior al Padre; pues, subsistiendo la naturaleza del cuerpo glorificado de Cristo, la fe de los creyentes es llamada  allí donde podrá tocar al Hijo único, igual al Padre, no ya con la mano, sino mediante el conocimiento espiritual.

domingo, 13 de mayo de 2012

Ave María

Totus tuus ego sum,
et omnia mea tua sunt.
Accipio Te in mea omnia,
praebe mihi cor tuum.

Todos saben que el lema que Juan Pablo II es­cogió antes de su or­de­na­ción epis­copal es Totus tuus. El fu­turo Papa tomó estas pa­la­bras de la ora­ción de un gran santo ma­riano, Luis María Grignon de Montfort. Pues bien, el Papa no sólo re­zaba cada día aquella ora­ción, sino que es­cribía un pa­saje de ella sobre cada pá­gina de los textos au­tó­grafos de sus ho­mi­lías, de sus dis­cursos, de sus en­cí­clicas, en la parte su­pe­rior de­recha de la hoja. En la pri­mera pá­gina ponía el inicio de la ora­ción: Totus tuus ego sum, “Yo soy todo tuyo”; en la se­gunda, Et omnia mea tua sunt, “Y todas mis cosas son tuyas”; en la ter­cera, Accipio Te in mea omnia, “Te acojo en todas mis cosas”; en la cuarta, Praebe mihi cor tuum, “Dame tu co­razón”. Y así pro­se­guía en cada pá­gina, re­pi­tiendo, si era ne­ce­sario, cada in­vo­ca­ción, hasta el fin del texto. En los ar­chivos de la Secretaría de Estado se en­cuen­tran miles de estas pá­ginas, donde Juan Pablo II ma­ni­festó de modo tan íntimo y con­mo­vedor su amor a la Virgen.

Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros.
Oh, Jesús mío,
perdona nuestros pecados y nuestras culpas,
líbranos del fuego del infierno,
lleva al cielo a todas las almas,
y socorre especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Amén.

jueves, 10 de mayo de 2012

José Gabriel del Rosario Brochero: ¡Bendito seas! Ruega por nosotros


El padre Brochero durante una tanda de ejercicios espirituales para hombres, en la entonces Villa del Tránsito (hoy Villa Cura Brochero, Traslasierra, Córdoba, Argentina)
Para conocer más:  http://www.curabrochero.org.ar
http://curabrochero.wordpress.com/brocherosacerdote-como-dios-lo-quiere-y-el-pueblo-lo-necesita/

Brochero y "malacara", su mula



Mons. Santiago Olivera le entrega al Santo Padre el libro sobre el Cura Brochero


10 de mayo de 2012 (AICA, su sitio  www.aica.org)
La Junta Médica reunida en Roma reconoció por unanimidad que la curación atribuida a la intervención del sacerdote José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como Cura Brochero, "supera a la ciencia médica". La noticia fue confirmada desde Roma por el obispo de Cruz del Eje y delegado de la Conferencia Episcopal para las Causas de los Santos, monseñor Santiago Olivera.    
Tras destacar que “es un paso muy importante”, explicó que “ahora faltan sólo dos gestiones para lograr la tan deseada beatificación”.  “Siete médicos tenían que confirmar si el tema superaba a la ciencia. Es un paso muy importante”, subrayó.

Monseñor Olivera precisó que ahora resta que una junta de teólogos analice si todo lo realizado se hizo de acuerdo a la fe y, si es favorable, pasará a los cardenales que le pedirán al Santo Padre la beatificación.

Para decidir la beatificación de Brochero, se estudia la intervención del sacerdote en la sanación de un joven tras un grave accidente.

“Es una curación de un niño, en una situación muy grave, en un accidente muy grave y que se había pedido por su vida a través de Brochero. Ha tenido funciones en su organismo y recuperado en un modo notable. Para ser prudentes y por respeto a la familia no decimos quién es. Es una curación de un niño en un accidente muy importante que Dios obró de una manera espectacular. Para nosotros, su vida es un milagro”, indicó el obispo.

El cura Brochero ya había sido declarado venerable por la Santa Sede, en febrero de 2004 por el papa Juan Pablo II, la primera de las escalas que culmina con la canonización. Para ser beato se necesita acreditar un milagro, y para ser santo, otro tras la beatificación.

Historia
José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) fue ordenado sacerdote a los 26 años. Al inicio de su ministerio, el cura Brochero, como le llamaban sus fieles, se destacó en 1867 por su entrega para socorrer a los enfermos y moribundos de la epidemia de cólera que azotaba a la ciudad de Córdoba.

El 24 de diciembre de 1869 parte de la ciudad de Córdoba para hacerse cargo del curato de San Alberto, actualmente conocido como el valle de Traslasierra, instalado en la localidad de Villa del Tránsito.

Se lo recuerda como el "cura gaucho" que asumió como propias las necesidades de la gente. Con sus propias manos y animando a los pobladores construyó iglesias y capillas, levantó escuelas y abrió caminos entre las montañas.

En su vejez el padre Brochero enfermó de lepra, al haber compartido el mate y la vida de enfermos de ese mal, que lo dejó sordo y ciego. (Fuente: AICA)


El cura Brochero, ya ciego, en sus últimos años celebraba la Eucaristía de memoria. La misa que celebraba todos los días de memoria era de la Virgen María, a quien el llamaba "La Purísima"
El Señor me regaló la gracia de celebrar la Eucaristía, hace unos años, visitando la Villa, con el mismo cáliz que el cura Brochero celebró tantas Eucaristías. P.L

miércoles, 2 de mayo de 2012

San Atanasio

SAN ATANASIO, obispo y doctor de la Iglesia.

Nació en Alejandría el año 295; en el Concilio de Nicea acompañó al obispo Alejandro, del que fue luego sucesor. Luchó incansablemente contra la herejía de los arrianos, lo cual le acarreó muchos sufrimientos y ser desterrado varias veces. Escribió importantes obras en defensa y explicación de la fe ortodoxa. Murió en el año 373.

Puedes ver su biografía en : 
 www.biografiasyvidas.com/biografia/a/atanasio.htm

A lo largo de la historia la comprensión que se tiene acerca de la Persona de Jesús, su ser, su identidad, su misión... sufrió acentuaciones -a veces peligrosamente exageradas- de su humanidad y su divinidad.  Así, un Jesús puramente divino que solamente representó su ser hombre de carne y hueso (enfatización de su ser divino apagando su humanidad), o un Jesús muy humano, tan humano que no puede ser verdaderamente Dios, son ejemplos de estas acentuaciones exageradas.  
La fe necesitó crecer también de manera que se puediese comprender aquello en que creemos y, sobre todo, acercarnos y conocer más a Aquél en quien creemos: Jesús, Verdadero Dios y Verdadero hombre, de la misma naturaleza que el Padre y el Espíritu Santo (consubstancial al Padre).  
La imagen de Dios, -concretamente de Jesús- que tengamos va a desencadenar en nosotros consecuencias existenciales.    
Por ejemplo, en una época en que las representaciones acerca de Jesús estaban tan distantes de la vida cotidiana, un Jesús perfecto, tan divino, pero tan lejano, no hace más que apagar la fe... en esa época, por ejemplo, sucedieron las manifestaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Sta. Margarita María, que revolucionaron la vida sencilla a través de la fe.  Estas manifestaciones pusieron el equilibrio haciendo presente cuando más se necesitaba, creer que Jesús es verdadero hombre y por lo tanto misericordioso, que amó con corazón de hombre, como lo dirá la encíclica "Aurietis Acquas" (Sacarán aguas... de la fuente de la salvación, que es el Corazón de Jesús).
La vida de San Atanasio nos ofrece un testimonio importantísimo, pero en una época muy anterior, en que se negaba la divinidad de Cristo, es decir, el extremo opuesto del ejemplo anterior. La figura de San Atanasio surge aquí con todo vigor. Nos ayuda también a integrar la fe que busca entender con la espiritualidad.  El cuerpo de Jesús, entregado, ofrecido al Padre por amor... es el centro de nuestra espiritualidad cristiana.
 A continuación, un texto de nuestro santo que hoy nos ofrece el Oficio de Lecturas y sobre el que podemos meditar. 
P. Luis

De las disertaciones de san Atanasio, obispo
(Disertación sobre la encarnación del Verbo, 8-9: PG 25, 110-111)

LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

El Verbo de Dios, incorpóreo e inmune de la corrupción y de la materia, vino al lugar donde habitamos, aunque nunca antes estuvo ausente, ya que nunca hubo parte alguna del mundo privada de su presencia, pues, por su unión con el Padre, lo llenaba todo en todas partes.

Pero vino por su benignidad, en el sentido de que se nos hizo visible. Compadecido de la debilidad de nuestra raza y conmovido por nuestro estado de corrupción, no toleró que la muerte dominara en nosotros ni que pereciera la creación, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.

En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello también, hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.

Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.

De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.

De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.

Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación.



RESPONSORIO Jr 15, 19. 20; 2Pe 2, 1

R. Serás como mi boca, te pondré frente a este pueblo como muralla de bronce inexpugnable; * lucharán contra ti, mas no podrán vencerte, pues yo estoy contigo. Aleluya.
V. Habrá falsos maestros que introducirán sectas perniciosas, y llegarán hasta a negar al Señor que los rescató.
R. Lucharán contra ti, mas no podrán vencerte, pues yo estoy contigo. Aleluya.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que suscitaste a san Atanasio como preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, haz que nosotros, iluminados por sus enseñanzas y ayudados por sus ejemplos, crezcamos en tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén