El día 25 de marzo normalmente celebramos la Solemnidad de la Anunciación del Señor. Este año esta fecha coincide con el Lunes Santo, por lo que la reflexión correspondiente a aquél día, teniendo presente la defensa del niño por nacer, la haremos antes. Para esto quiero citar al p. Víctor Manuel Fernández, tomando una nota publicada el miércoles 18 de agosto de 2010 en edición impresa del diario "La Nación", Buenos Aires, Argentina.
Bendiciones
La defensa de los que tienen menos poder
Victor Manuel Fernandez
Para LA NACION
Un feto corre el riesgo de ser menospreciado, como sucede con todo
lo pequeño y aparentemente inútil. Pero la realidad es más que las apariencias.
La biología afirma que el óvulo fecundado no es la suma de un óvulo y un
espermatozoide. Es un ser humano nuevo, original, distinto del padre y de la
madre. La genética indica que el ADN del óvulo recién fecundado contiene todas
las características que tendrá ese humano adulto. Es exactamente el mismo que
será cuando crezca. Sólo necesita que no le impidan desarrollar su
potencialidad. Por eso, desde el instante de su concepción le corresponden los
derechos de la persona humana, principalmente el derecho inviolable a la vida.
Si el justificativo para eliminarlo es su incompleto desarrollo,
esto concede plenos poderes a los fuertes para eliminar a los menos
desarrollados. De hecho, en la colonización de América algunos se sentían
autorizados a matar a los indígenas porque no parecían plenamente humanos.
Recordemos a los nazis, cuando señalaban razas de menor calidad que se podían
destruir. Igualmente, hay quienes invitan a eliminar a los discapacitados
porque no están completamente desarrollados. Pero no son los desarrollados los
que deciden quién es humano y quiénes no tienen derecho a la vida.
Aquí entramos en el núcleo del asunto, que nos invita a no ser
superficiales con el tema del aborto. Pensemos a fondo. Si sólo tiene derechos
el ya "desarrollado", ¿con qué argumento sólido podremos otorgar un
carácter indiscutible a los derechos humanos de los más débiles? La defensa de
la vida humana requiere fundamentos inquebrantables y jamás sujetos a discusión,
para asegurarnos de que no se repetirán las diversas barbaries del siglo
pasado. El único modo de establecer estos fundamentos firmes es sostener que la
vida humana es sagrada siempre, desde su gestación hasta la muerte natural. De
otro modo, los inteligentes y poderosos encontrarán hábilmente excusas para
eliminar al que molesta por considerarlo menos desarrollado: a los deformes, a
los "negros" de las villas, a los ancianos, a los
"bolitas", a los dementes, a un árabe sospechoso, etcétera.
Si lo miramos desde la óptica de los derechos de las mujeres,
resulta indispensable afirmar que es tan valiosa la vida de la mujer adulta
embarazada como la vida de su niña indefensa que está tratando de nacer. ¿Puede
esa mujer adulta decidir libremente sobre la vida de esa otra mujer frágil que
lleva en su vientre, sólo porque todavía está poco desarrollada? En cualquier
política sana, quien tiene poder defiende especialmente a los que tienen menos
poder. Por eso, aun por "coherencia progresista", el aborto no puede
presentarse como una solución. Reconozco que también es incoherente que alguien
rechace el aborto y al mismo tiempo se desentienda de los marginados o sostenga
terribles guerras preventivas. Hay mucha hipocresía, sí. Pero no se la hagamos
pagar a los inocentes.
Aquí cuenta algo que nos ennoblece inmensamente: esa pasión por la
dignidad humana que se ve en una madre que lucha contra todo por la vida de un
hijo discapacitado, mientras otros secretamente piensan que esa vida es
inservible. O la pasión de quien busca preservar la vida de los indígenas de la
selva, que supuestamente no aportan nada a la sociedad. O esa sublime obsesión
de los médicos que batallan contra la muerte para salvar a una anciana de 90 años,
aunque sólo sea para retenerla entre nosotros unos meses más. Ellos perciben
que toda vida humana es infinitamente valiosa y debe ser cuidada, más allá de
su desarrollo, más allá de su utilidad, más allá de toda circunstancia molesta.
Lo mismo vale para ese milagro en gestación, para ese nuevo ser humano que
lucha por crecer en el vientre de su madre. Quién sabe si será otro Einstein o
una nueva Teresa de Calcuta. No importa si brotó por una violación o por un
encuentro de enamorados. Es él, es único, y tiene derecho a estar aquí. Una
sociedad que decide eliminarlo para evitar otros problemas se coloca en situación
de riesgo.
Una madre que dio a luz a un hijo discapacitado, por más que sufra
por eso, entiende que la solución no está en asesinar al niño. Las respuestas
siempre tendrán que buscarse en otra parte, no en la muerte. En algunos lugares
se tolera que alguien aborte cuando prevé que el niño nacerá discapacitado.
Entonces, ¿qué argumento bien sólido quedará para no eliminar también a un
discapacitado que ya nació? El nacimiento no establece una diferencia esencial,
no traza una línea clara entre una vida no humana y una vida humana. ¿Qué le
agrega el hecho de salir del vientre? Un niño no comienza a ser humano como por
arte de magia cuando es dado a luz, ni cuando pasa la barrera del tercer mes de
gestación. Pretender determinar hasta qué momento de su desarrollo alguien
puede ser eliminado sería considerarse Dios. Pero no lo planteo como una cuestión
religiosa, sino como un sano humanismo.
La situación de muchas mujeres pobres que han sido violadas es
dramática. No suelen tener el apoyo que les hace falta para enfrentar su
angustia. Necesitan amplia ayuda y mucho acompañamiento para llevar adelante un
embarazo no deseado, aunque sea para que finalmente puedan entregar a su niño
en adopción. Pero no somos solidarios con una víctima creando otra víctima. La
solución no se encuentra enfrentando a una mujer con esa vida frágil gestada
dentro de ella, como si fuera un simple grano o un tumor. ¿Acaso ese pequeño
tiene la culpa de lo que pasa, como para convertirlo en una variable de ajuste?
En un lugar donde las cosas se resuelven así, se produce una
relativización de la vida que introduce en los subterráneos de la sociedad un
frívolo desprecio por la dignidad humana. Esto finalmente se traduce en una
incapacidad para reconocer al otro, que alimenta un oscuro dinamismo de
degradación social. Mejor levantemos la mirada. .
El autor, sacerdote, es teólogo y rector de la Universidad Catótilca
Argentina
Gracias Padre Luis por publicar este artículo imperdible que el Padre Víctor Manuel Fernández escribiera en Agosto de 2010. Me parece una defensa sublime del niño por nacer, una hermosa ofrenda a María en la Solemnidad de la Anunciación del Señor.
ResponderEliminarQue Dios lo bendiga cada día de su vida. Rece por mí, yo lo hago por usted.